jueves, marzo 30, 2006

Mujeres que no quieren ayuda

-Claudia Altamirano

Mariana terminó con su novio. Tras una fuerte discusión, él da por terminada la relación y arroja a la chica fuera del auto, provocándole lesiones físicas y emocionales que le hacen caer en una crisis. Desesperada, pide auxilio telefónico al Instituto Nacional de las Mujeres, a quienes confiesa que, tras este episodio, ella se siente culpable y cree que pudo haberlo evitado al no contradecir a su novio. Ahora, está ansiosa por llamarle y pedirle perdón.

La violencia en el noviazgo de Mariana –cuyo nombre fue sustituido a petición del Inmujeres- no se dió desde su inicio: el chico fue separándola de sus amigos por celos. Siguió con medidas de presión y chantaje, como pesarla él mismo y molestarse con ella si subía un kilo de peso, hasta llegar finalmente a los golpes. Sin embargo, después de dos meses de apoyo psicológico en la línea del Inmujeres, Mariana decide volver con su novio, bajo la condición de que “verían cómo se va llevando la relación”, y convencida de que debe pasar menos tiempo con él, “para que todo funcione”.

Mariana es una de las 25 millones de mexicanas que sufren algún tipo de violencia y es una de las mujeres que han buscado superar esta situación de abuso a través del apoyo que les ofrece el Instituto, empero, es también una de las que han decidido permanecer con el hombre que las lastimó.

Un compendio estadístico realizado por el Inmujeres señala que, de los 9 millones de mujeres que son golpeadas en sus hogares, 84 por ciento no lo denuncia; mientras que, de las 12 mil 226 llamadas que la línea Inmujeres ha recibido a lo largo de este año, sólo 213 han denunciado violencia física.

El tipo de violencia más frecuente es la emocional, con 38.4 por ciento de los casos, seguida de la económica, con 29.3 por ciento; mientras que la física y sexual ocupan sólo un 9 y 7 por ciento, respectivamente. Pero hay un escenario aun más grave: del universo de víctimas de violencia, 5.7 por ciento padece los cuatro tipos de violencia: emocional, física, económica y sexual.

Pero romper el círculo de la violencia no es fácil, pues está posicionada como algo natural en nuestra cultura, según la presidenta del Inmujeres, Patricia Espinosa. Para ella, la imposibilidad de atacar directamente el problema se debe a que ésta situación se da en el ámbito privado y se refuerza con la frase “la ropa sucia se lava en casa”, además de que se crea un círculo de codependencia que la mujer no tiene la capacidad de romper: viene la afectividad, luego el enamoramiento, la violencia, el perdón y otra vez el enamoramiento; todo reforzado por la idea de “si no me pega, no me quiere”.

La encargada del gobierno federal para los asuntos de género califica el problema de la violencia doméstica, no como una crisis del individuo, sino de la sociedad. “La violencia física es la más evidente, pero la psicológica es muy dura porque va deteriorando la autoestima y el desarrollo de las mujeres, lo cual no es visible aunque es la más frecuente. Luego llegan los casos de suicidio, de autoestima baja, de bajo rendimiento laboral, etc. Nadie debe permitir la violencia porque eso deteriora una sociedad: una persona golpeada desencadena violencia en otras”, puntualiza la funcionaria.

El aspecto colectivo de este problema se evidencía también en sus causas: para Patricia Espinosa, los detonadores de crisis familiares, como el desempleo y el alcohol, generan una frustración en el hombre, ante una sociedad que le indica que tiene que ser el proveedor pero no le da las oportunidades, por lo que proyectan esta frustración en la mujer.

En el marco de la campaña “El que nos golpea a una, nos golpea a todas”, lanzada por Inmujeres, algunas de las participantes, como Carmen Aristegui y Denisse Dresser, han señalado que para combatir este problema se requiere romper el ámbito de lo privado para que la violencia deje de suceder a puertas cerradas. A este respecto, la titular del Instituto asegura que las únicas herramientas a su alcance son la difusión y el cabildeo con las instancias gubernamentales para promover instrumentos legales que permitan tener mayor injerencia en estos casos.

“A nosotros no nos corresponde tomar acciones directas, para eso están los ministerios; a nosotros nos toca cabildear para modificar la atención desde los MP y los tribunales. Nosotros lo estamos haciendo público. El objetivo es que la violencia deje de ser parte natural de la vida de las personas, particularmente de las mujeres. El golpe físico lo recibe una pero el golpe emocional, laboral, social, lo reciben todas”.

Vivir con el enemigo

En la calle de Sullivan, colonia Cuauhtémoc, una pareja sale de un conocido bar y se dirige al estacionamiento del Monumento a la Madre. En medio de gritos y ante la resistencia de ella, él la toma del brazo fuertemente y la sacude para que deje de gritar. Al no lograr su objetivo, y ante el asombro de las decenas de jóvenes que esperan afuera del bar, él estrella su puño contra la mejilla de la chica, arrojándola al suelo. Algunos hombres se acercan para ayudarla, exigiendo al agresor que se detenga y la deje ir, pero ella, entre sollozos, les pide que no se metan, que ella lo resolverá. Al llegar su automóvil, él la avienta dentro del mismo y lo aborda, golpeándola una vez más.

Este escenario es lamentablemente frecuente en México, debido a la resistente creencia ancestral de que el varón es dueño de la mujer con la que tiene alguna relación. Ante esta situación de violencia en el noviazgo, la recomendación del Inmujeres no resulta alentadora: en lugar de instar a la chica a denunciar a su agresor y alejarse inmediatamente de él, le recomienda una “Plan de Seguridad” que debe aplicar al estar con él: Contarle su situación a una persona de confianza, a quien se le debe avisar a dónde irán cuando salgan juntos, hacer saber al agresor que alguien sabe dónde están y que la esperan; así como llevar consigo identificación oficial, dinero y una tarjeta telefónica o teléfono celular, en caso de requerir ayuda.

Asimismo, el folleto informativo distribuido por el Instituto advierte sobre las señales que indican violencia psicológica en una relación; que los actos violentos tienden a repetirse y que, ante ello, se debe buscar ayuda profesional y asesoramiento. Sin embargo, no señala en ninguna parte que ella debe acudir al Ministerio Público a denunciar a su agresor ni que debe alejarse de él.

Trágico final

Los casos de violencia doméstica y en el noviazgo pocas veces tienen un buen final. Empero, en algunos casos, el final no sólo es triste sino trágico: durante el año 2004, en la capital del país, 17 mujeres fueron asesinadas en medio de una riña conyugal por celos, 5 niñas fueron muertas a golpes por sus padres (una de ellas con violación) y 2 mujeres murieron como resultado de la violencia física intrafamiliar, de acuerdo con un informe del Servicio Médico Forense (SEMEFO).

En tanto, durante el primer semestre de 2005, las muertes por riñas conyugales disminuyeron a 3, mientras que el número de muertas por violencia física intrafamiliar aumentó a 5 en la mitad del tiempo.

En este contexto, Patricia Espinosa lamentó que en México aun no se cuente con un sistema de intervención directa como en otros países, donde, ante una denuncia telefónica, incluso a través de terceros, la policía interviene inmediatamente. En nuestro país existe la Norma Oficial Mexicana para la atención médica de la violencia intrafamiliar, que obliga al personal de cualquier hospital en el que se recibe a una mujer golpeada, a llamar a la policía para que investigue el origen de sus lesiones, sin importar lo que ella diga que le pasó. Empero, dicha norma no se aplica en la mayoría de los casos.

Para superar esta problemática, que suele tener resultados fatales, resulta urgente una mayor participación de la sociedad, de acuerdo con la presidenta del Inmujeres. Reconoció que los gobiernos deben asumir su papel, pues aun hay un gran rezago en la procuración de justicia, pero destacó asimismo la importancia de un papel más activo en las denuncias por parte de la sociedad: en las escuelas, en las empresas, en las familias.

Sobre las mujeres que aun prefieren mantener la violencia que sufren en el ámbito de lo privado, Patricia Espinosa señaló: “Hay mujeres que no quieren ayuda, bueno pues tenemos que seguir haciendo evidente este problema, para que vayamos tomando conciencia. Tenemos que romper ese letargo en el que a veces parece que está nuestra sociedad”.

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