martes, abril 12, 2011

Tiempo: detente muchos años

Publicada en CNN México.

Crónica de una reaparición nada anunciada, pero por lustros ansiada. Aunque les quitaron el crédito, para la realización de este texto me ayudaron Will Turner, Juan Pablo Mayorga y Jorge Gómez. Lo que sigue, es mi propia versión:

Los boletos para el festival Vive Latino nunca se acaban. El sábado 9 de abril, sí. El estacionamiento y todos los alrededores del Foro Sol nunca habían estado tan saturados de autos, según los elementos de seguridad. La explanada difícilmente se llena en su totalidad y por la noche, los asistentes se apilaron hasta la zona de comercio, debajo de las gradas. El regreso más esperado del rock mexicano rompió las marcas del festival y de su sede: Caifanes estaba de vuelta.

La banda no prolongó la espera, y poco después de las 22:30 apareció en el escenario. Un poco alegre Diego Herrera entró directo a tomar los teclados, seguido del bajista Sabo Romo, el baterista Alfonso André y, finalmente, los integrantes que propiciaron el rompimiento; los dos músicos que, se creyó, nunca volverían a pisar un escenario juntos: Alejandro Marcovich y Saúl Hernández.

Pero la expectativa de los cerca de 70 mil fanáticos y curiosos que llenaron el Foro Sol no se vio reflejada en el escenario: entre Saúl y Alejandro no se percibía ya un conflicto, pero tampoco un solo atisbo de armonía, así como entre el resto de la banda. Cada uno parecía estar haciendo un performance individual; sólo por momentos se acercaban y tocaban juntos, de pronto algún abrazo furtivo o una sonrisa.

Cierto es que Los Caifanes nunca fueron los hombres más expresivos en el escenario, pero se les veía desapasionados, como si no fuera la primera vez que compartían escenario en 17 años.

¿Será por eso que las palabras de Saúl -considerado en los noventas como un tótem del rock mexicano y la figura más representativa del género-, fueron frías y breves? El cantante agradeció que el público no hubiera quitado el dedo del renglón durante más de tres lustros: de rodillas, expresó “Caifanes está a sus pies”.

Los fanáticos corearon lo que hubiera sido su deseo en los años noventa, ‘tiempo, detente muchos años’; para que Caifanes no se separara, para que la magia no se perdiera, para que los años no pasaran, dejando sus obvios efectos en estos músicos, que más que la juventud, parecían haber perdido el entusiasmo.

Aunque Alejandro dejaba ver que él también hubiera querido que no pasara el tiempo: vestido con un pantalón rojo y botas negras, como hace 15 años, demostró que los años sólo han hecho mella sobre su cabellera, dejando intacto su talento. Marcovich sigue siendo Marcovich.

A Viento le siguió otra canción del mismo álbum, el primero de la banda como Caifanes, luego de que abandonaran el nombre de ‘Las insólitas imágenes de Aurora’: Mátenme porque me muero.

Los dioses ocultos aparentemente no eran los Caifanes sino los fanáticos: el concierto estuvo prácticamente hecho por ellos, que con su canto suplieron las –por todos conocidas- deficiencias de la voz de Saúl, quien constantemente dirigía el micrófono hacia el público para que ellos cantaran.

Lejos quedaron los tiempos en que un concierto de Caifanes era un ritual: los escenarios del Palacio de los Deportes y Rockotitlán se quedaron impregnados de una energía mística, de los constantes homenajes que la banda rendía a la cultura indígena, y sí, de humo de marihuana, que se mezclaba con el del copal que se consumía en el escenario.

Lejos quedaron los tiempos en que Saúl le suplicaba a la Piedra que lo dejara, porque él no podía dejarla.

Ese tiempo que compartieron con otras grandes bandas como Santa Sabina, a cuya vocalista, Rita Guerrero, dedicaron ‘Ayer me dijo un ave’, in memoriam. La dedicatoria fue dirigida también a Eugenio Toussaint, jazzista y ex cuñado del baterista Alfonso André, fallecido el pasado 8 de febrero.

Aquí no es así, Miedo y Afuera, del álbum ‘El nervio del volcán’, se escuchaban mientras muchos asistentes -de los que habían esperado horas de pie frente al escenario, apartando su lugar en primera fila- se retiraban. Parece que el desgano de la banda es algo que sólo los fanáticos, y no los curiosos, pudieron soportar.

Sólo un beso de Saúl en la mejilla de Sabo, algunos acercamientos de Alejandro con Saúl –que no siempre eran correspondidos- y con Alfonso, dejaban asomar la química efervescente que hace 20 años hubo entre los miembros de Caifanes. Nos vamos juntos, haciendo viejos, algunos sueños, toda la piel

Sabo Romo recordó que este 11 de abril se conmemora una de las efemérides más importantes para el grupo: 24 años de su primera presentación en Rockotitlán, que fuera uno de los foros más importantes para el rock en México, en la década de 1980.

Caifanes se despidió con los clásicos No dejes que, La célula que explota y le regalaron al público La negra Tomasa, canción que, antes de separarse, no solían tocar en vivo, pese a ser de las favoritas.

No prometieron volver, ni tampoco dijeron ‘adiós’: sólo hicieron una reverencia abrazados, y se fueron juntos.

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