jueves, mayo 17, 2007

Felicidad sin hijos


La maternidad no es un destino ineludible ni una condición inherente a la feminidad. El número de mujeres que deciden no tener hijos va en aumento, anulando el prejuicio sobre la mujer "incompleta".

Claudia Altamirano

Escribir la columna de un diario, un proyecto de tesis y varios libros; atender a sus papás, sobrinos, amigas, su novio y sus gatos, son actividades que apenas dejan tiempo en la vida de Hortensia Moreno. A sus 53 años y después de varios matrimonios, vive sola y feliz. Sin padecer enfermedad o desorden reproductivo alguno, nunca tuvo hijos, pero ha entregado su vida a su profesión y su familia, sin sentir que le hizo falta algo para sentirse "plena" o "realizarse como mujer".

Periodista por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), escritora y candidata a doctora en ciencias sociales, Hortensia asegura que, contrario a sentirse sola por no tener marido ni hijos, ella disfruta los pocos momentos de soledad que tiene. "Tengo sobrinos a los que adoro, no necesito que sean mis hijos. Además en esta ciudad es imposible estar solo, siempre hay alguien con quien convivir y compartir cosas", afirma.

Aunque reconoce que sí lo ha deseado en otros momentos de su vida en que las circunstancias no han sido idóneas, asegura que nunca lo ha lamentado. Alrededor de sus 35 años, se replanteó este tema, pensando que si no lo tenía en ese momento, ya no podría tenerlo posteriormente, pero tampoco sucedió.

“No creo que haya alguien que lo piense así permanentemente, no es militancia ni posturas políticas, son circunstancias y momentos de la vida y uno tiene que tomar la decisión de ese momento y afrontar la responsabilidad, incluso de equivocarse, tanto si te embarazas como si no”.

Siendo la coordinadora de Género y semiótica del Programa universitario de Estudios de Género, en su alma mater, Moreno atribuye al feminismo la posibilidad que hoy tienen las mujeres de elegir no tener hijos y seguir teniendo relaciones sexuales; acceder a educación, trabajo y prestigio, lo que permitió que la decisión de no tener hijos dejara de ser estigmatizada.

“Ya no nos vemos raritas”, expresa. Decidimos no tener hijos porque creemos que esa no es la manera de realizarnos en lo personal. La maternidad, sin que se haya vuelto un tema secundario, sí dejó de ser el tema que definía la vida de las mujeres. Hoy las mujeres buscamos aspectos identitarios en otros campos”.

Tradicionalmente el rol social femenino ha sido el de reproducir y educar, pero hoy, un creciente número de mujeres ha decidido anular ese papel para desarrollarse como individuo, no como madre. La maternidad, dicen, no es un destino ineludible ni una condición inherente a la feminidad; de manera que optaron por no tener hijos sin sentirse por ello “incompletas”.

La promoción del control natal y la incorporación de las mujeres en el sector productivo han resultado en un mayor conocimiento de sus derechos reproductivos, que incluyen la opción de no reproducirse. Al mismo tiempo, la maternidad y el desarrollo profesional no tienen una fácil simultaneidad en la vida de las mujeres, lo que, en muchos casos, las lleva a decidir entre hijos y carrera, señala la maestra Imelda Manzo, investigadora de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM.

Aun tratándose de una decisión personal, advierte, al romper el esquema de dejar el carácter reproductor, la mujer atenta contra ese patrón de comportamiento culturalmente establecido, por lo que es mal vista y considerada como “egoísta”.

“Yo amo mi libertad, siempre me ha gustado hacer lo que quiero, cuando quiero y a la hora que quiero sin ninguna restricción ni preocupación, así que considero que mi decisión también se debe a que soy un poco egoísta en cuanto a dejar a un lado mi vida para darle prioridad a la vida de alguien más”, confiesa Martha Elena, una mujer soltera de 40 años.

Su decisión de no tener hijos, explica, surgió porque no tiene paciencia para criar niños ni la convicción para dejar su vida a un lado mientras ellos crecen. Esta determinación nunca le representó un problema marital, pero cuenta que cuando inicia una relación seria con un hombre, siempre le advierte de su postura respecto a los hijos, a fin de evitar confusiones o desengaños posteriores.

Irónico resulta el caso de Martha, quien actualmente vive en Australia, país cuya política poblacional se enfoca a la promoción de la maternidad. Su índice de nacimientos es tan bajo, que ofrecen prestaciones y facilidades para residir ahí a extranjeros que puedan tener hijos en su territorio. Este fenómeno sucede, justamente, porque las australianas desean tener hijos cada vez menos. En México, en cambio, señala la maestra Manzo, podría resultar positiva esta tendencia, pues habría una mayor distribución de los recursos entre la población ya existente.

Descenso poblacional
Un estudio sobre fecundidad del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), señala que las transformaciones socioeconómico- culturales de los últimos 30 años determinaron el descenso de la fecundidad en nuestro país y en el mundo. Entre las principales causas, el INEGI destaca una mayor cobertura educativa y una creciente participación de la población femenina en las actividades económicas; así como la postergación del inicio de vida en pareja, el cambio en los ideales reproductivos relacionados con el número de hijos y los roles socialmente asignados a hombres y mujeres.

Así, las mujeres que viven en grandes urbes, las que cuentan con mayor escolaridad y las que participan en el mercado laboral, tienen menos hijos; tendencia que se reduce en estados como Guerrero y Chiapas, y crece considerablemente en el Estado de México y el Distrito Federal; de acuerdo con los resultados del II Conteo de Población y Vivienda 2005.

Paradójicamente, son éstas entidades las que presentan las que presentaron los mayores montos de mujeres en edad fértil: el estado de México con 3.9 millones y el Distrito Federal con 2.5 millones. La imposición del deseo femenino de desarrollarse individualmente sobre el de ser madres, se hace evidente en los números: aunque el 52.5 por ciento de las mujeres del país se encuentra en edad fértil, actualmente tienen un promedio de 1.9 hijos, y la cifra sigue decreciendo.

Lo anterior, precisa el estudio, es reflejo de los distintos momentos por los que atraviesan las mujeres en su ciclo reproductivo, y del cambio generacional en cuanto a los ideales y conductas reproductivas de la población.

“Somos como novios”

Alicia nunca jugó a ser mamá de sus muñecos ni imaginó, en la adolescencia, cuántos hijos tendría cuando se casara. Sólo una vez consideró la idea, pero una precaria situación económica y el miedo a los dolores del embarazo y el parto la hicieron desistir. Su esposo, al lado de quien ha pasado los últimos 13 años, tampoco quiere hijos, pues en su infancia ya tuvo que fungir como padre y madre de varios hermanos menores.

Con casi 37 años, Alicia cuestionó recientemente a su marido sobre este tema. “Estás seguro de que no quieres? Porque después ya no voy a poder”. Su respuesta volvió a ser negativa. Desde el principio de su matrimonio y hasta hoy, no han sentido el deseo ni la necesidad de “completar” su familia con niños, a pesar de la presión familiar y social.

“La vida de casados sin hijos es muy bonita. Somos como novios, no tenemos ningún compromiso, gracias a dios estamos bien. Si queremos salimos, nos vamos dos ó tres días, sin preocuparnos por un bebé y su cuidado. Así estamos muy bien”, asegura.
Su esposo es chofer y ella es ama de casa, ambos capitalinos. Viven con un perro que es su única responsabilidad, y asegura que nunca se siente sola. Tampoco cree que sea egoísta su postura, pues le parece peor traer un hijo al mundo para darle una mala vida.

“Yo les diría que no lo vieran así, no es importante. Si lo deseas sí, pero si no puedes o no quieres, pues hay otras cosas y personas a las que puedes amar, tienes mucha gente que te rodea. Se puede ser feliz sin eso y hasta sin esposo”.

Vejez sin nietos

Estas tres mujeres tienen una visión similar sobre la vejez. Coinciden en la multiplicidad de opciones para vivir una vejez plena, donde no necesiten hijos para sostenerlas, atenderlas en la enfermedad o hacerles compañía.

“La gente me dice que en algunos años me voy a arrepentir y que voy a estar sola. Eso no me preocupa mucho porque tengo algunos amigos con los que sé que puedo contar, además si cambiara de opinión, siempre existe el camino de la adopción. La cuestión esta en que no pienso cambiar de opinión, además en mi caso ya es algo tarde porque tengo 40 años y embarazarme por primera vez seria muy riesgoso, tanto para mi como para el bebé, y no seria justo para ninguno de los dos”, afirma Martha Elena.

La visión de Alicia es previsoria: “Yo le he dicho a Memo que tenemos que ahorrar para el futuro, porque no va a haber quien nos lleve un vaso de agua cuando nos estemos muriendo; pero también eso no es garantía, a veces aunque tengas hijos te abandonan. Nosotros no tendremos quien nos cuide, pero para eso tenemos que ahorrar y ver qué vamos a hacer. Además tenemos más familia, alguno de ellos puede cuidarte alguna vez, y cuando te mueras, pues tienes sobrinos a los que les puedes dejar una casa o lo que tengas”.

Hortensia se asume, a sus 53 años, como una mujer completa, con una vida satisfactoria. “Siento que no me equivoqué en absoluto respecto a esta decisión. he logrado un equilibrio en mi vida que me da la libertad de cualquier mujer de mi edad; las que tuvieron hijos tampoco están con ellos, ya se casaron, ya se fueron. No veo una diferencia brutal entre mis hermanas que si tuvieron hijos y yo. Y no me siento sola, tengo mi espacio, autonomía, hago lo que se me pega la gana. Mi vida es de una libertad que yo ni siquiera imaginaba”.

http://www.eluniversal.com.mx/nacion/150879.html