jueves, marzo 30, 2006

Hasta que la muerte nos separe


-Claudia Altamirano
Publicado en Milenio Diario
Foto: Inmujeres

La campaña mediática del Instituto Nacional de las Mujeres hace gala, no sólo de una excelente producción televisiva, sino también de una gran creatividad y elocuencia al emitir su mensaje: “el que golpea a una, nos golpea a todas”. Bajo este lema, conocidos rostros femeninos se solidarizan con los 9 millones de víctimas de la violencia doméstica, simulando, con excelente maquillaje, haber sido golpeadas también. La campaña española “18 minutos” es también un buen modo de romper el silencio que fomenta este crimen.

La intención, como dice Juan Gabriel, es buena, nadie se los quita. Se trata de una manifestación virtual del descontento de estas mujeres (y de todas) por el abuso físico y psicológico del que son objeto aquéllas a quienes sus maridos las consideran como precisamente eso: un objeto. Todos los rostros femeninos conocidos coinciden en que es necesario tomar cartas en el asunto, y no ignorar este problema ni dejarlo en el ámbito de cada familia, sino actuar en consecuencia como sociedad.

Pero, ¿Qué hacer cuando son ellas mismas quienes defienden a su agresor, quienes encubren al golpeador por miedo a represalias o, peor aun, lo absuelven bajo el argumento de que “es su marido” y tiene, por tanto, derecho a hacer de ellas lo que él quiera? ¿Qué hacer con aquéllas hembras que se asumen estrictamente como tal, rebasando el simple rol de contraparte del varón hasta llegar a ubicarse, gustosamente, como una esclava del macho, cumpliendo -literalmente- con la premisa de "hasta que la muerte (por golpes) nos separe"?

Conocí, hace ya varios años, a una chica llamada Emirée. Debió tener alrededor de 22 años cuando nuestros caminos, incidentalmente, se cruzaron y aunque nunca crucé palabra con ella, dejó profunda huella en mi memoria por lo patético e irremediable de su caso.

Su aspecto era el de una modelo: alta, delgada, de rasgos finos, bella en general. Escolaridad: bachillerato, hasta ese entonces. Simpática, sociable. No habitaba un barrio marginal, donde se esperaría, con mayor frecuencia, encontrar casos de violencia hacia la mujer. No poseía una sola de las características más comunes de una mujer golpeada. Pero lo era. Omar, su novio de varios años, le propinaba severas golpizas cuando sufría un ataque de celos, o cuando ella lo “provocaba” saliendo con amigos.

Amigos que fungían como paños de lágrimas pero nunca como una ayuda real: ni ella ni los amigos denunciaron jamás a Omar, quien llegó a romperle la nariz de un solo golpe y, hasta cuando le perdí la pista a esta moderna y respetuosa pareja, seguía libre e impune; gracias al aguante y falta de autoestima de Emirée, que siempre lo defendía y volvía a sus fuertes brazos después de llorar y consolarse en los de sus amigos.

Como ella, he visto de cerca numerosos casos de mujeres víctimas de violencia, empero, se trataba de ancianas que fueron educadas bajo el modelo androcrático, o de mujeres con un bajo nivel de escolaridad... nunca antes vi a una chica de mi generación ser maltratada de esa forma y –lo peor- que ella lo permitiera cual adelita frente al Caudillo del norte.

Pero ella fue solo la primera de muchos casos que me ha tocado atestiguar: mujeres que son agredidas física y/o moralmente y que, no solo no denuncian a su agresor, sino que lo defienden de la sociedad que intenta defenderlas a ellas; argumentando que él “es su hombre” o esperando fatuamente que ésa situación de violencia que viven, cese por sí sola algún día. Y las estadísticas de Inmujeres, ONU e INEGI se quedan cortas: se refieren a los golpes, violaciones, insultos, humillaciones y chantajes de que son objeto miles de mujeres alrededor del mundo, pero omiten (por la imposibilidad de calcularlo) la sumisión del grueso del género femenino; que no sólo permite esta situación sin denunciarla, también permite un tipo de opresión invisible al que se prestan gustosas: una sutil manifestación de machismo con el que muchas parecen estar dispuestas a cooperar.

No exigir el uso del condón en cada acto sexual, abandonar actividades y personas que le resultan molestas o incómodas al inseguro hombre con el que viven o salen, un servilismo incondicional –disfrazado de amor- a padre y hermanos varones; mantener los deberes domésticos como obligación exclusiva de la mujer (aunque también trabaje) y ejercer un machismo de clóset vestido de feminismo, son sólo algunos tristes síntomas de esta forma de imperceptible sumisión que practican cada vez más mujeres en el mundo.

Y es que estamos sumidas en un círculo vicioso: queremos libertad pero le ponemos el candado a la reja que ellos pusieron, queremos autonomía pero no aceptamos responsabilidad, nos decimos liberadas pero inculcamos a nuestros hijos – con el ejemplo- el modelo machista; exigimos que se detenga el número de víctimas de violencia pero, en lugar de despertar conciencias, nos solidarizamos con su victimización.

Y si a eso le sumamos la incapacidad del Estado para responder a la exigencia femenina de castigo hacia sus opresores, la situación parece no tener esperanza de solución. Incapacidad que se ve reflejada, incluso, en la misma campaña de Inmujeres, pues, según dijera Carmen Aristegui en el programa Zona Abierta, los productores del spot televisivo tuvieron que omitir la palabra “denuncia” al final del mismo, pues se temía que se dispararan las denuncias y el Estado no tuviera recursos para responderlas. Entonces, ¿para qué alentar la concientización sobre un problema para el que no tienen capacidad de respuesta como Estado?

Me parece loable aunque no deseable que una mujer como Aristegui, con un altísimo nivel de conocimiento, inteligencia y capacidad, cualidades que le dan toda la autonomía y sensatez para no ser una mujer golpeada, aparezca como una víctima más para mostrar su solidaridad con las que sí lo son. Que Angélica Aragón, quien un día se volvió icono de una verdadera liberación femenina a través de una telenovela (ser cuarentona y ligarse a un jovenzuelo sí que es una afirmación de la capacidad femenina más allá de los atributos físicos), hoy aparezca como una golpeada más. Ello, más que enaltecerlas, creo que las victimiza y las reduce a mujeres sin autoestima ni conocimiento de sus derechos.

Y es que, como dijo la catedrática Adriana Ortiz, en la interesantísima mesa de debate de Héctor Aguilar Camín, ofrecer la imagen de una mujer sometida, reducida, debilitada, en lugar de poner el ejemplo de una mujer fuerte, independiente y por lo tanto autónoma, sigue impidiendo que las víctimas aspiren a más y se asuman, cada vez más, como “sexo débil”. Al menos a mi, que también soy mujer, mexicana, educada en el catolicismo y bajo el modelo machista -igual que la mayoría- no me gustaría que se me redujera a una mujer sumisa, ignorante de sus derechos, capaz de permitir que un ser inseguro, frustrado y agresivo abuse de mí de alguna forma. Ni una sola vez.

Mujeres que no quieren ayuda

-Claudia Altamirano

Mariana terminó con su novio. Tras una fuerte discusión, él da por terminada la relación y arroja a la chica fuera del auto, provocándole lesiones físicas y emocionales que le hacen caer en una crisis. Desesperada, pide auxilio telefónico al Instituto Nacional de las Mujeres, a quienes confiesa que, tras este episodio, ella se siente culpable y cree que pudo haberlo evitado al no contradecir a su novio. Ahora, está ansiosa por llamarle y pedirle perdón.

La violencia en el noviazgo de Mariana –cuyo nombre fue sustituido a petición del Inmujeres- no se dió desde su inicio: el chico fue separándola de sus amigos por celos. Siguió con medidas de presión y chantaje, como pesarla él mismo y molestarse con ella si subía un kilo de peso, hasta llegar finalmente a los golpes. Sin embargo, después de dos meses de apoyo psicológico en la línea del Inmujeres, Mariana decide volver con su novio, bajo la condición de que “verían cómo se va llevando la relación”, y convencida de que debe pasar menos tiempo con él, “para que todo funcione”.

Mariana es una de las 25 millones de mexicanas que sufren algún tipo de violencia y es una de las mujeres que han buscado superar esta situación de abuso a través del apoyo que les ofrece el Instituto, empero, es también una de las que han decidido permanecer con el hombre que las lastimó.

Un compendio estadístico realizado por el Inmujeres señala que, de los 9 millones de mujeres que son golpeadas en sus hogares, 84 por ciento no lo denuncia; mientras que, de las 12 mil 226 llamadas que la línea Inmujeres ha recibido a lo largo de este año, sólo 213 han denunciado violencia física.

El tipo de violencia más frecuente es la emocional, con 38.4 por ciento de los casos, seguida de la económica, con 29.3 por ciento; mientras que la física y sexual ocupan sólo un 9 y 7 por ciento, respectivamente. Pero hay un escenario aun más grave: del universo de víctimas de violencia, 5.7 por ciento padece los cuatro tipos de violencia: emocional, física, económica y sexual.

Pero romper el círculo de la violencia no es fácil, pues está posicionada como algo natural en nuestra cultura, según la presidenta del Inmujeres, Patricia Espinosa. Para ella, la imposibilidad de atacar directamente el problema se debe a que ésta situación se da en el ámbito privado y se refuerza con la frase “la ropa sucia se lava en casa”, además de que se crea un círculo de codependencia que la mujer no tiene la capacidad de romper: viene la afectividad, luego el enamoramiento, la violencia, el perdón y otra vez el enamoramiento; todo reforzado por la idea de “si no me pega, no me quiere”.

La encargada del gobierno federal para los asuntos de género califica el problema de la violencia doméstica, no como una crisis del individuo, sino de la sociedad. “La violencia física es la más evidente, pero la psicológica es muy dura porque va deteriorando la autoestima y el desarrollo de las mujeres, lo cual no es visible aunque es la más frecuente. Luego llegan los casos de suicidio, de autoestima baja, de bajo rendimiento laboral, etc. Nadie debe permitir la violencia porque eso deteriora una sociedad: una persona golpeada desencadena violencia en otras”, puntualiza la funcionaria.

El aspecto colectivo de este problema se evidencía también en sus causas: para Patricia Espinosa, los detonadores de crisis familiares, como el desempleo y el alcohol, generan una frustración en el hombre, ante una sociedad que le indica que tiene que ser el proveedor pero no le da las oportunidades, por lo que proyectan esta frustración en la mujer.

En el marco de la campaña “El que nos golpea a una, nos golpea a todas”, lanzada por Inmujeres, algunas de las participantes, como Carmen Aristegui y Denisse Dresser, han señalado que para combatir este problema se requiere romper el ámbito de lo privado para que la violencia deje de suceder a puertas cerradas. A este respecto, la titular del Instituto asegura que las únicas herramientas a su alcance son la difusión y el cabildeo con las instancias gubernamentales para promover instrumentos legales que permitan tener mayor injerencia en estos casos.

“A nosotros no nos corresponde tomar acciones directas, para eso están los ministerios; a nosotros nos toca cabildear para modificar la atención desde los MP y los tribunales. Nosotros lo estamos haciendo público. El objetivo es que la violencia deje de ser parte natural de la vida de las personas, particularmente de las mujeres. El golpe físico lo recibe una pero el golpe emocional, laboral, social, lo reciben todas”.

Vivir con el enemigo

En la calle de Sullivan, colonia Cuauhtémoc, una pareja sale de un conocido bar y se dirige al estacionamiento del Monumento a la Madre. En medio de gritos y ante la resistencia de ella, él la toma del brazo fuertemente y la sacude para que deje de gritar. Al no lograr su objetivo, y ante el asombro de las decenas de jóvenes que esperan afuera del bar, él estrella su puño contra la mejilla de la chica, arrojándola al suelo. Algunos hombres se acercan para ayudarla, exigiendo al agresor que se detenga y la deje ir, pero ella, entre sollozos, les pide que no se metan, que ella lo resolverá. Al llegar su automóvil, él la avienta dentro del mismo y lo aborda, golpeándola una vez más.

Este escenario es lamentablemente frecuente en México, debido a la resistente creencia ancestral de que el varón es dueño de la mujer con la que tiene alguna relación. Ante esta situación de violencia en el noviazgo, la recomendación del Inmujeres no resulta alentadora: en lugar de instar a la chica a denunciar a su agresor y alejarse inmediatamente de él, le recomienda una “Plan de Seguridad” que debe aplicar al estar con él: Contarle su situación a una persona de confianza, a quien se le debe avisar a dónde irán cuando salgan juntos, hacer saber al agresor que alguien sabe dónde están y que la esperan; así como llevar consigo identificación oficial, dinero y una tarjeta telefónica o teléfono celular, en caso de requerir ayuda.

Asimismo, el folleto informativo distribuido por el Instituto advierte sobre las señales que indican violencia psicológica en una relación; que los actos violentos tienden a repetirse y que, ante ello, se debe buscar ayuda profesional y asesoramiento. Sin embargo, no señala en ninguna parte que ella debe acudir al Ministerio Público a denunciar a su agresor ni que debe alejarse de él.

Trágico final

Los casos de violencia doméstica y en el noviazgo pocas veces tienen un buen final. Empero, en algunos casos, el final no sólo es triste sino trágico: durante el año 2004, en la capital del país, 17 mujeres fueron asesinadas en medio de una riña conyugal por celos, 5 niñas fueron muertas a golpes por sus padres (una de ellas con violación) y 2 mujeres murieron como resultado de la violencia física intrafamiliar, de acuerdo con un informe del Servicio Médico Forense (SEMEFO).

En tanto, durante el primer semestre de 2005, las muertes por riñas conyugales disminuyeron a 3, mientras que el número de muertas por violencia física intrafamiliar aumentó a 5 en la mitad del tiempo.

En este contexto, Patricia Espinosa lamentó que en México aun no se cuente con un sistema de intervención directa como en otros países, donde, ante una denuncia telefónica, incluso a través de terceros, la policía interviene inmediatamente. En nuestro país existe la Norma Oficial Mexicana para la atención médica de la violencia intrafamiliar, que obliga al personal de cualquier hospital en el que se recibe a una mujer golpeada, a llamar a la policía para que investigue el origen de sus lesiones, sin importar lo que ella diga que le pasó. Empero, dicha norma no se aplica en la mayoría de los casos.

Para superar esta problemática, que suele tener resultados fatales, resulta urgente una mayor participación de la sociedad, de acuerdo con la presidenta del Inmujeres. Reconoció que los gobiernos deben asumir su papel, pues aun hay un gran rezago en la procuración de justicia, pero destacó asimismo la importancia de un papel más activo en las denuncias por parte de la sociedad: en las escuelas, en las empresas, en las familias.

Sobre las mujeres que aun prefieren mantener la violencia que sufren en el ámbito de lo privado, Patricia Espinosa señaló: “Hay mujeres que no quieren ayuda, bueno pues tenemos que seguir haciendo evidente este problema, para que vayamos tomando conciencia. Tenemos que romper ese letargo en el que a veces parece que está nuestra sociedad”.

miércoles, marzo 29, 2006

Vivir con la muerte


El 1 y 2 de noviembre, son dos únicos días en que la muerte es la protagonista, para, un día después, volver a ser ignorada y temida. Sin embargo, hay un sector de la población que mira a la muerte de frente todos los días del año, para dignificarla y aprender de ella.

Texto y fotos: Claudia Altamirano

Septiembre de 1985. Durante los días que siguieron a los terremotos, el Panteón Dolores de la Ciudad de México recibió cientos de cuerpos, algunos de los cuales no fue posible identificar, por lo que fueron depositados en la fosa común. Al ir bajando los cuerpos de los vehículos, un chofer jaló uno cuya cabeza golpeó la defensa de la camioneta y rebotó en el suelo. Israel Cancino, jefe de la fosa común del cementerio, mantuvo esa imagen en su memoria los siguientes dos meses, soñando todas las noches con el rostro de esa persona.

“Sentí muy feo porque se oyó horrible”, cuenta. “Lo veía en las noches junto a mi cama. Hasta probé diciéndole groserías, porque dicen que con eso se van, pero ahí seguía”... Hasta que pidió limosna en una iglesia para mandarle decir una misa y el asunto quedó atrás.

Los dos primeros días de noviembre, México recuerda a sus muertos. Los panteones se abarrotan, las ofrendas lucen en las plazas públicas y en todos los hogares, se realizan ritos religiosos y hasta se emprenden concursos de disfraces y versos conocidos como “calaveritas”. Es la única fecha en que la muerte es la protagonista, para, un día después, volver a ser ignorada y temida.

Sin embargo, hay un sector de la población que, durante todo el año, trabaja a su lado y, no sólo no le teme, sino que vive de ella. Sepultureros, embalsamadores, académicos y médicos forenses, miran a la muerte de frente todos los días del año, para dignificarla y aprender de ella.

Israel es sepulturero del Panteón Civil de Dolores desde hace 30 años, de los cuales 3 se ha encargado de la fosa común. Su antecesor se jubiló y nadie más quiso relevarlo, pues, dice, se necesita valor. “No cualquiera se hace cargo de eso, la verdad. Al principio yo tampoco quería porque pues... la fosa huele mal y el ambiente es infeccioso... pero pues ya de tanto insistir, pues sí me fui”.

Todos los días se levanta a las cuatro de la mañana, para salir de Chalco y llegar a la avenida Constituyentes a las siete. Debe bajar todos los días a la fosa, mantenerla limpia y supervisar que todo esté en orden. Pese a que oficialmente descansa el fin de semana, su presencia resulta indispensable los sábados, día en que el Servicio Médico Forense (SEMEFO) envía los cuerpos que llegaron durante la semana y no pudieron ser identificados. “Recibo los cuerpos, tapo y me retiro”.

Asimismo, el cementerio más ocupado de la capital recibe unas 3 veces por año cerca de 30 cuerpos incinerados que sirvieron para estudio en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); mientras que el Instituto Politécnico Nacional (IPN) hace un envío por año de alrededor de 50 cuerpos fragmentados con fines de investigación.

Al cruzar el gran portón verde que conduce a la gran fosa, inicia un camino descendente sin más distintivo que un gran círculo de piedra, construido en memoria de quienes fallecieron en El Temblor y no pudieron ser identificados. Israel muestra una fosa abierta que alberga ya 14 cuerpos, teniendo capacidad para una centena. Por entre la tierra se alcanza a asomar un fémur, como resultado del efecto del aire.

Sorprende ver algunas lápidas a lo largo del espacio de las fosas, colocadas ahí por quienes identificaron a sus muertos después de haber sido enterrados en la fosa, para ubicar -someramente- a su muerto y visitarlo ahí. Algunas inscripciones tienen sólo un nombre, otras dedican pensamientos al difunto y algunas más dictan la dolorosa fecha de 19 de septiembre de 1985.

Su llegada a este empleo fue circunstancial. Un amigo suyo le pidió ayuda para un servicio, situación que se repitió hasta que se volvió sepulturero auxiliar, gracias a la oferta de un coordinador. “Y pues aquí estamos... de aquí nos sacan cargando...más bien aquí nos meten cargando”, expresa Israel, entre risas.

Aun tratándose de una labor inusual, él asegura que nunca le ha afectado llevarla a cabo, aunque reconoce que al principio sí le resultó difícil e incluso estuvo a punto de dejarlo. “Luego ya no quería yo venir porque pues...se siente feo”, pues le afectaba presenciar todos los días el llanto y el dolor de los deudos. “Pero a todo se acostumbra uno menos a no comer”, concluye.

Forenses, los mejores médicos

El Servicio Médico Forense (SEMEFO) del Distrito Federal tiene una planta de 189 trabajadores, entre los que hay toxicólogos, antropólogos, odontólogos, psiquiatras, fotógrafos, personal de intendencia y 53 médicos forenses. De acuerdo con una estadística de ese organismo, entre los años 2000 y 2004, se expidió el dictamen médico- forense a 27 mil 876 cuerpos y se capacitó en materia forense a 43 mil 890 médicos y peritos. Destaca que fue hasta el año 2004 cuando se permitió realizar prácticas médicas en cadáveres, teniendo un registro nulo en la estadística hasta ese año, cuando se llevaron a cabo 4 mil 575 prácticas. El doctor Armando Luna Rosas, subdirector del SEMEFO, explica esto bajo el argumento de que la medicina forense es un área de alta aplicación médica, lo que la convierte en una fuente de conocimiento vastísima.

“Aquí se aplica todo lo que uno ha aprendido como médico en su vida. Por eso es tan apasionante, cuando empieza uno a entender la medicina forense se va uno metiendo tanto a fondo que jamás se vuelve a salir. Cuando está bien preparado, el forense es un compendio de todas las áreas médicas, sumado al conocimiento en criminalística y derecho penal”, puntualiza el médico.

Para él, no cualquiera puede ser forense. Para ello, advierte, se requiere sensibilidad, perspicacia, fuerza y decisión; “que disfrute lo que hace, de lo contrario, se pierde”.

Luna Rosas lleva 27 años en la medicina forense. Actualmente es académico en la UNAM, como profesor titular de medicina forense y del IPN, de donde es presidente de la Academia de Medicina Legal. Pero su incursión a esta disciplina fue fortuita: llegó al SEMEFO haciendo prácticas de cirugía de mano y los directivos lo invitaron a seguir participando. “Los primeros tres días fueron terribles”, recuerda, “me sentía angustiado y deprimido. Pero luego se va adaptando porque empieza a conocer, a disfrutar y se olvida de todo”, asegura.

Descarta por completo la idea de que los forenses sean personas insensibles y duras, por el contrario, afirma, se vuelven más sensibles, precavidos y moderados, luego de ver las consecuencias de conductas humanas que derivan en la muerte, como los excesos de alcohol y de velocidad. Paradójicamente, debe saber desechar todo el estrés y las emociones que le provoca su trabajo, para no involucrarse y sufrir una alteración que pudiera afectar su trabajo.

“Parte del entrenamiento que se les da a los alumnos es no llevarse los casos a su casa ni a su mente. Cuando una persona viene e identifica a un cuerpo y grita de angustia o llora, todos lo sienten, se hace un silencio sepulcral, pero ellos deben saberlo desechar al momento. Pero esto no significa que no lo sientan”.

La situación más estresante para el doctor Luna tuvo lugar en Huixquilucan, Estado de México. Tras la caída de un avión sobre los autos que circulaban por la carretera México- Toluca, un joven se le acercó con una zapatilla de mujer en la mano, que aún contenía parte del pie de su propietaria. “¡Ahí está, búsquela!”, le exigía, pero en medio del desastre era, a decir del forense, prácticamente imposible encontrar el cuerpo íntegro de aquella mujer. “Pero uno tiene que atenderlos, hay que ser empáticos con ellos. Es cuando se siente uno presionado, impotente”, lamenta.

El galeno confiesa que su trabajo le ha alterado el sueño alguna vez: “Me tocó hacer reconstrucción de cadáveres, tuve que reconstruir muchas caras bonitas, entonces soñaba con esos rostros... que estaba trabajando y se reían de mí, porque no me quedaban bien”.

Después de todas las cosas que ha tenido que ver, el subdirector del Forense capitalino asegura que lo peor que ha visto en toda su carrera, son los niños maltratados. “Eso me duele mucho”, expresa. “Y me han tocado muchos” -medita un poco y con expresión de franca desaprobación, prosigue- “el final de la patología social. Se siente mucho coraje y piensa uno lo peor... no se vale”.

Pero sobre todo, este trabajo es, para el doctor Luna, una fuente de conocimiento. “Recuerdo que vi un situs inversus completo, una persona que tenía todos los órganos invertidos, por una alteración genética. El señor murió de atropellamiento pero estaba totalmente sano. Ese tipo de cosas lo ponen a uno a estudiar...ya no se lleva la impresión de un muerto, sino la iniciativa de saber más sobre las cosas que ve”, asegura el galeno.

Olor a muerto

Cuando el doctor Natalio González empezó su carrera, su esposa tenía una queja constante sobre su trabajo: “Hueles a muerto”, le decía, mientras se negaba a seguir lavando las batas que tenían restos de sangre seca. “Pero ya se acostumbró”, afirma el médico forense y académico de la Facultad de Medicina de la UNAM, quien ha ejercido esta profesión por 29 años.

Estudió medicina forense por razones de tiempo: la maestría en Criminalística era muy breve, en comparación con otras especialidades. Pese a que hoy se dedica al estudio y conservación de los huesos, el profesor reconoce que ha padecido gran tensión y situaciones difíciles a lo largo de su carrera. Ha dormido en anfiteatros, consultorios, escritorios, camas de exploración... sin perder el sueño.

“Antes de llevar la materia de anatomía, vine unas 3 o 4 veces aquí (las aulas) para irme acostumbrando al olor, para cuando tuviera que estar ahí por mi clase. Luego, cuando ya la tomaba, estuve como 3 meses sin poder comer carne, me causaba vómito. Los primeros cadáveres que limpié, si sentía feo”, relata.

Natalio nos muestra un feto de 4 meses que flota en formol dentro de un frasco. Posteriormente, saca una bolsa de plástico de un cajón, llena de falanges. Con un evidente interés en su materia de trabajo, coloca alguna sobre sus propios dedos, mostrando a que mano y dedo pertenece la falange que extrajo de la bolsa.

Para diciembre de 2006 planea retirarse. Quiere tomar un curso para aprender a tocar la guitarra, descansar de la tensión del trabajo, hacer pendientes en su casa para los que hasta hoy no ha tenido tiempo.

Embellecer a la muerte

La labor de Enrique Bautista es, esencialmente, quitarle el mal aspecto a la muerte. Dar una buena imagen a los cuerpos sin vida, con el único objetivo de evitar que los deudos lo vean descomponerse. “El fin es ponerlo guapo para que lo vean como era. Que puedan velarlo con toda confianza. Cuidamos la última impresión, para que el pariente se quede con un buen recuerdo”, puntualiza el embalsamador.

Con apenas 35 años de vida, Enrique ha realizado esta labor por más de 3 lustros aunque, también en este caso, fueron las circunstancias las que lo ubicaron en este oficio: mientras estudiaba Ingeniería Agropecuaria, tuvo la necesidad de conseguir empleo, encontrándolo en la funeraria de su compadre. Al irse adentrando en este trabajo, tomó cursos de embalsamamiento para tener todas las bases teóricas de lo que ya hacía en la práctica. Lo que parecía ser un trabajo eventual para sortear gastos, se convirtió en la profesión de su vida, a la que piensa seguirse dedicando todavía por mucho tiempo.

Enfundado en una bata blanca que porta una estampa de un embalsamamiento egipcio, Enrique me muestra su equipo de trabajo: Químicos de conservación y desinfección importados de Estados Unidos (en México no se fabrica este material), colágeno, cauterizante; restaurador, sellador de incisiones, crema hidratante, spray fijador, herramientas de disección y un estuche de maquillaje especial que asciende a 5 mil pesos.

El vestuario corre a cargo de los deudos. Muchos de ellos –principalmente de provincia-, basados en la idea de que tras la muerte hay un camino que recorrer hacia otro espacio, piden que se vista a su difunto con trajes de santos o vírgenes, con la esperanza de que éste siga el camino de esa deidad.

“Al último quedan satisfechos o agradecidos, hasta me han dado mi abrazo”, lo cual ha representado la mayor satisfacción para Enrique. Lo motiva para hacer mejor su trabajo y estudiar más, para estar siempre actualizado en su materia de trabajo. “Esto no es nadamás de ‘lo voy a poner guapo’ y ya, es una profesión”, en la que, asegura, debe tener incluso conocimientos sobre tanatología, para saber cómo tratar con las personas en esa situación tan difícil.

Uno de sus mayores retos profesionales fue una chica de 18 años, asesinada por su esposo. Empezó golpeándole el rostro con un martillo, fracturándole los huesos. Después la apuñaló y, utilizando una manguera del gas como soplete, la quemó. “Había que echarle todas las ganas para que sus familiares la vieran bien. Tuve que cauterizar toda la piel viva, aplicar cera, reconstruirle los pómulos con colágeno y maquillar sobre la cera. Fue algo difícil, pero el resultado fue bueno”, señala, con una expresión que no se decide entre el lamento y la satisfacción.

Enrique sortea la tensión de convivir con el dolor, que invariablemente acompaña a la muerte, a través del diálogo. Cuando algún caso en particular le impactó, o los familiares del difunto le hicieron partícipe de su pena, él platica lo sucedido con su esposa, para liberarse de ese amargo momento. Conversa también con los deudos para darles consuelo, logrando así, sentirse mejor y aprender más para realizar mejor su trabajo.

Respeto a la vida

Éstos cuatro hombres, desde sus diferentes contextos, coinciden en una afirmación: trabajar con la muerte, más que insensibles, los vuelve más conscientes, cautos y les infunde un gran respeto por la vida. Todos ellos saben la muerte es ineludible y su religión les hace creer que, incluso, ese momento está determinado por Dios; pero, después de atestiguar las consecuencias de la imprudencia y la enfermedad, procuran evitar que su propia muerte sea de esa forma.

“Quiere uno ayudar a todo el mundo. Se vuelve más cauto. A los seres queridos no quiere que les pase nada y siempre anda uno previendo”, señala el subdirector del SEMEFO, mientras que el embalsamador puntualiza: “A uno le puede tocar donde sea, pero hay que prepararse y tener precauciones. Yo no fumo ni tomo, a mi esposa le pido que esté muy atenta de mis hijos, pues he visto niños que mueren por descuido de los padres. Se vuelve uno más precavido en en volante y en todo. La muerte de cada uno tiene su momento, pero hay que ser precavido”.

Numeralia

El SEMEFO del DF cuenta con 53 médicos forenses.
Entre 2000 y 2004, se realizaron 27 mil 876 dictámenes médico- forenses y se capacitó en esa materia a 43 mil 890 médicos y peritos.
La UNAM envía a la fosa común del Panteón Dolores 90 cuerpos al año en promedio, mientras que el IPN envía alrededor de 50 cuerpos.

martes, marzo 28, 2006

Padres de sus nietos


En México hay cientos de adultos mayores que se ven obligados a ocuparse parcial o totalmente de sus nietos ante la falta de tiempo de sus hijos o, incluso ante la ausencia de ellos. En muchos casos, esta responsabilidad resulta un placer para los cariñosos abuelos, pero en otros, resulta una pesada carga económica y física que difícilmente pueden sostener.

Texto: Claudia Altamirano
Foto: Octavio Hoyos

La paternidad ha sido para José Martínez, además de una realización, una responsabilidad extraordinaria. Junto con su esposa, Olga, crió a dos hijos en su juventud, a una nieta en la edad adulta y a una bisnieta en la senectud. El compromiso con su familia ha sido absoluto: con recursos por demás insuficientes, ha sostenido a 3 generaciones de su pequeña familia, misma que nunca ha retribuido este esfuerzo.

La sociedad mexicana, caracterizada por un núcleo predominantemente familiar y una economía insuficiente, alberga cientos de historias como ésta, donde los adultos mayores se ven obligados a ocuparse parcial o totalmente de sus nietos ante la falta de tiempo de sus hijos o, incluso ante la ausencia de ellos. En muchos casos, esta responsabilidad resulta un placer para los cariñosos abuelos, pero en otros, resulta una pesada carga económica y física que difícilmente pueden sostener.

Olga y José alcanzaban los 60 años cuando nació su nieta Guadalupe. Su hija, Carmen, regresó al seno familiar tras divorciarse de un hombre golpeador, solicitando el apoyo de sus padres para atender a la niña. Luego de casarse por segunda vez, Carmen dejó a Lupita al cuidado de sus abuelos, argumentando la cercanía de su casa con la escuela y bajo la promesa de llevársela posteriormente, lo que nunca sucedió.

Hoy, casi por cumplir la octava década de su vida, los abuelos de Guadalupe se ven envueltos nuevamente en la misma situación, pues ella se embarazó de un muchacho oriundo de Oaxaca, quien regresó a su tierra dejando a ambas desamparadas. Sin empleo y sin estudios, Lupita demanda de sus abuelos para su hija el cuidado y los recursos que le brindaron a ella. “Pero nosotros ya no podemos hacernos cargo de la niña, el cuerpo ya no responde, aunque uno quiera, ya no es lo mismo…ella tiene osteoporosis y ya es un riesgo que haga muchas cosas, ya no tenemos mucha energía”, lamenta el jefe de familia.

Durante los 22 años de edad de Lupita, su abuelo -a quien llama papá-, ha sostenido su hogar con el salario mínimo producto de su trabajo en la tienda de la iglesia del Carmen, en el barrio de Tepito. Para sortear las dificultades económicas, José trabaja en días festivos y descansa solo un día a la semana, además de realizar trabajos extra de talabartería; pues sus patrones no han querido liquidarlo para no pagar su jubilación.

Las palabras de José denotan la angustia de no poder mejorar su situación económica. Él lleva años pidiéndoles a los sacerdotes un aumento salarial pero se lo niegan. “Mientras Dios me de, pues ahí vamos”.

A pesar de todo, José y Olga se ven contentos. El apoyo mutuo durante 60 años de vida juntos les mantiene de pie pese a las adversidades. Ahora esperan que su nieta consiga un empleo para solventar sus propios gastos y los de su hija, para contar con un poco más de recursos para ellos en ésta, su última etapa de vida.

Como los Martínez, en México hay cientos de familias compuestas por abuelos y nietos solamente, lo que aparentemente no significa una diferencia importante respecto de la familia tradicional, pero que representa un esfuerzo mucho mayor para quienes ya no tienen la fuerza de la juventud ni empleo, en la mayoría de los casos. Aunque el gobierno federal no tiene contabilizado el número de personas que viven esta situación, el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) señala, en un estudio sobre hogares y familias del año 2000, que de un total de 22 millones, 268 mil 916 hogares en el país, el 69 por ciento está compuesto por padres e hijos solamente, mientras que un 24.5 por ciento está compuesto por más miembros de la familia.

Entre las variables que generan esta situación, se encuentra asimismo la muerte de los padres, en cuyo caso los abuelos o los parientes más cercanos asumen la responsabilidad de los huérfanos. Esta variable se vuelve frecuente en países donde hay altos índices de SIDA u otras pandemias, como el continente africano, donde se estima que más de cinco millones de abuelos están criando nietos huérfanos, de acuerdo con la ONG HelpAge Internacional.

Dependencia económica

México se caracteriza por tener una estructura familiar a pesar de todos los cambios sociales, donde las crisis financieras recurrentes han obligado a varios miembros de la familia a vivir bajo el mismo techo, afirma Juan Carlos González, Director de Gerontología del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (INAPAM).

El funcionario rechaza que la necesidad de apoyarse en los abuelos para el cuidado de los niños, incluso económicamente, denote una dependencia económica y moral de los hijos hacia los padres; en su lugar, González señala que los arreglos familiares no tienen otra función mas que permitir a los miembros de la familia vivir mejor y tienen, implícita o explícitamente, ventajas para todos los miembros.

“Las condiciones sociales nos llevan a realizar una serie de medidas que se acomoden a las necesidades de todos los miembros de una familia para que tengan una mejor calidad de vida. No es que injustamente se les adjudique la responsabilidad de un nieto, sí existen los casos pero son menos, en lo general son arreglos familiares donde todos encuentran un beneficio”, indicó.
Y es que para los padres que trabajan, resulta mucho más económico y seguro encargar a sus hijos con los abuelos que pagar por esa atención: un sondeo de la Procuraduría Federal del Consumidor, practicado el año anterior en 245 guarderías de la capital del país, señala que el costo por este servicio fluctúa entre los 500 y los 5 mil 348 pesos al mes para niños de 0 a 1 año; entre 533 y 4 mil 925 pesos para niños de 1 a 2 años y de 653 a 3 mil 777 en edades de 2 a 6 años. De acuerdo con la Profeco, esto significa, en promedio, entre 2.5 y 10 pesos por hora de atención.

Asimismo, los centros de atención infantil no cumplen con todas las expectativas de los padres que trabajan, ya que, de acuerdo al sondeo, 38 por ciento de las guarderías tienen un horario menor a 9 horas y todas proporcionan sus servicios de lunes a viernes. Sólo 41.6 por ciento atienden tanto a niños en edad de educación inicial (0 a 2 años con 11 meses) como niños en edad de educación preescolar (3 a 5 años con 11 meses), mientras que el 32 por ciento de ellas no atienden a niños menores de 2 años.

Pero el beneficio de este acuerdo familiar parece no ser para todos: mientras que sólo un 25 por ciento de la población adulta mayor tiene ingresos propios, ya sea por empleo o jubilación, la cantidad de remesas internas (dinero proveniente de los hijos u otros familiares) que reciben los adultos mayores es mínima (8 por ciento en el caso de hombres, 12 por ciento para las mujeres, según el Inapam).

“Los abuelos los echamos a perder”

Victoria Valdés sabe muy bien lo que significa ser abuela y madre a la vez. La primera de sus cuatro hijas, Lupita, tuvo dificultades al nacer que le provocaron un ligero retraso mental. Esta condición no le impidió llevar una vida regular, excepto porque su desarrollo intelectual no rebasó el de un niño de 10 años. Luego de haber cumplido 20, Lupita fue abusada sexualmente por un individuo que simplemente desapareció, dejándola en estado de gravidez. Victoria pensó en dar al niño en adopción, “pero no me sentí con derecho a quitarle a su hijo, así que lo registré bajo mi nombre”, recuerda.

Juan Antonio Torres, el hijo de Lupita, la reconoce como su madre pero le rinde cuentas a Victoria, a quien ubica como figura de autoridad en su casa. Criado por sus abuelos, sus tías y parcialmente por su madre, Juan Antonio gozó de un cariño y educación sin restricciones, lo que, según Victoria, lo desubicó. A los 16 años, Juan Antonio embarazó a su novia Erika, con quien hoy tiene 3 hijas. Su situación económica le impide rentar un sitio propio, por lo que todos comparten el mismo techo. El trabajo de Juan y Erika les absorbe el día entero, por lo que, nuevamente, son Victoria y su esposo quienes atienden a las niñas. Solo una de ellas, Diana, permanece bajo el cuidado de su abuela, Lupita, supervisada por Victoria.

En medio de esta situación, Victoria no siente esta responsabilidad como una carga, pues el verdadero pesar es el remordimiento por no haberle dado suficiente atención a Lupita. “No me pesa haber cuidado a Juan, me pesa saber como fue”, lamenta.

Victoria cree que, de haberle permitido continuar sus estudios en una escuela de atención especializada, Lupita habría tenido un desarrollo intelectual mayor y hoy podría tener un mayor control de su vida. Con otras 3 hijas, Victoria no consiguió dividir su tiempo para recoger a unas en una escuela y a Lupita en otra, lo que, aunado al maltrato del que era objeto la niña en las escuelas, la orilló a retirarla de ellas. 23 años después, Victoria se reprocha a sí misma esta decisión, así como el haber permitido que Lupita anduviera sola en la calle, lo que, dice, derivó en el abuso del que fue objeto.

Pero ese no es el único peso sobre los hombros de la señora Valdés. La rebeldía y mala actitud de su nieto las adjudica a la educación irrestricta que ella le dio. A pesar de haber tenido que educar a tantos niños, siendo ya un adulto mayor, Victoria cree que se equivocó. “Los abuelos no damos el ancho, los echamos a perder. No hay como una pareja de padres para educar a un hijo”, asegura.

Bichos trabajando

-Claudia Altamirano
No publicado

Los daños al medio ambiente que provocan los derrames de hidrocarburos en el agua y el subsuelo –como el petróleo- tienen hoy una posibilidad de ser eliminados de una forma natural, barata y eficiente: las bacterias. A través de una tecnología conocida como bioremediación, se coloca en el sitio contaminado una bacteria natural que destruirá el contaminante, eliminando así sus efectos nocivos sobre la superficie dañada.

De acuerdo con el organismo Revisión Geológica de los Estados Unidos (U.S. Geological Survey), esta tecnología fue descubierta a mediados de la década de los ochenta, pero utilizada para descontaminar superficies en ese país desde hace 13 años. Actualmente, la patente de esta tecnología pertenece a la compañía Sub-Surface Waste Management (Manejo de Residuos del Subsuelo).

Un derrame de 80 mil galones de combustible en el sur de Carolina, en 1975, dejó una secuela de contaminación en el suelo arenoso y el agua debajo de él, misma que arrastró los residuos de combustible hasta una zona residencial. Para 1985, esto se había vuelto un problema ecológico emergente, que solo pudo ser solucionado cuando los científicos descubrieron que las bacterias generadas en el agua estaban consumiendo componentes nocivos del combustible; de lo cual se derivó la tecnología de bioremediación.

Según la Sub-Surface Waste Management, el proceso consiste en generar un entorno propicio en el área contaminada para la formación de bacterias, con agua y nutrientes que estimulan la producción de microorganismos. Para reproducirse, estas bacterias se alimentarán de los componentes principales del hidrocarburo contaminante, lo que provocará su descomposición hasta sus últimas partes.

Una vez degradado, el hidrocarburo pierde sus capacidades contaminantes, convirtiéndose en dióxido de carbono inofensivo para el medio en el que fue esparcido.

Esta tecnología puede ser aplicada tanto en agua, como en suelo e incluso en metales y materiales de construcción como el concreto; que hayan sido impactados por petróleo, gasolina, solventes y otros hidrocarburos.

En nuestro país, esta tecnología es utilizada apenas a nivel privado; por empresas que manufacturan piezas que, posteriormente, son ensambladas en fábricas estadounidenses; o por empresas, particulares también, que ofrecen este servicio a Petróleos Mexicanos, bajo la licencia de la empresa estadounidense que posee la patente.

Fuentes oficiales de la empresa Bartlett de México, que cuenta con el permiso para desarrollar esta tecnología en México, confirmaron que se encuentran en negociaciones con PEMEX para remediar las zonas que han sido impactadas con derrames de petróleo y otros hidrocarburos de la empresa, que, de acuerdo con la Procuraduría Federal de Protección al Medio Ambiente (PROFEPA), fue responsable del 57 por ciento de las emergencias ambientales a nivel nacional entre los años 1997 y 2001.
Enfermos mentales, ¿Irrecuperables?

En México, las personas que padecen alguna enfermedad mental sufren también el rechazo de una sociedad que desconoce las posibilidades de curación de sus males, relegándolos al encierro y el abandono social. Sin embargo, los avances médicos y un trato más humano demuestran hoy que los mal llamados "locos" pueden reincorporarse a la vida cotidiana con éxito.

Texto: Claudia Altamirano
Fotos: Octavio Hoyos.
José Andrés Arriola perdió a su familia, su casa y todo su patrimonio tras su divorcio. Su situación económica fue empeorando hasta que cayó en la indigencia. Solo, sin recursos y enfermo de los nervios, desarrolló un trastorno de bipolaridad que lo llevó a un hospital psiquiátrico. Después de un año de tratamiento, está tranquilo y consciente: quiere empezar de nuevo: "Quiero conseguir un empleo para rentar un cuarto y pagar mis alimentos, el medicamento aquí me lo seguirán dando. Planeo salir a sociedad otra vez, es un poco tardado conseguir empleo por la edad, pero no me siento desamparado, hay amigos", manifiesta Andrés, muy seguro de sí mismo y de sus planes.

Los enfermos mentales han sufrido, por siglos, el rechazo de la sociedad, que los estigmatiza y margina por temor a su comportamiento, bajo la idea de que son peligrosos e "irremediables"; pero hoy, los avances en materia de fármacos y tratamiento psicológico brindan a estas personas la posibilidad de recuperar sus vidas, a pesar de sufrir un mal incurable.

De acuerdo con la Secretaría de Salud, el uno por ciento de la población mexicana -alrededor de un millón de personas- sufre de esquizofrenia, enfermedad que constituye la principal causa de incapacidad mental en el mundo pero que es controlable: según la dependencia, a largo plazo, el 30 por ciento de los esquizofrénicos logra una vida independiente y productiva, 50 por ciento mantiene su funcionalidad bajo supervisión y sólo 20 por ciento permanece incapacitado por la enfermedad. A este mal se suman otras enfermedades crónicas como la psicosis y las demencias; así como los derivados del abuso de sustancias y los trastornos del estado de ánimo (depresiones, ansiedad), siendo éstos los más comunes entre la población; que padece, sin saberlo o sin aceptarlo, trastornos de ansiedad y de estrés postraumático.

Mejores expectativas

El desarrollo farmacológico y los nuevos descubrimientos de la neurociencia han dado más elementos e instrumentos para una mejor atención al enfermo mental, afirma el doctor Marco Antonio López, director del hospital psiquiátrico Fray Bernardino Álvarez.
El galeno asegura que hoy los psiquiatras conocen mejor las enfermedades, lo que deriva en un mejor tratamiento psicoterapéutico que otorga al paciente una expectativa muy distinta de la que tenía hace 25 años. En paralelo, la gama de medicamentos ha crecido y se ha buscado que tengan menos efectos secundarios sobre el paciente. "Esto permite tratamientos breves y sin tantos efectos negativos, para que el paciente vea resultados y se adhiera al tratamiento. Es importante que la persona tenga conocimiento de su enfermedad y cómo controlarla, para hacerlo aliado de su bienestar", manifestó.

Los nuevos esquemas de tratamiento psiquiátrico, señala López Butrón, buscan reducir al mínimo la posibilidad de la recaída y, por tanto, evitar la idea de que los pacientes no tienen remedio, lo que disminuye el abandono familiar. "Cuando logras este objetivo, la familia aprende a vivir con él y a comprender su enfermedad".

El hospital Fray Bernardino Álvarez tiene capacidad para internar a 300 personas, ofrece 250 consultas diarias y recibe 50 personas por día en el área de urgencias, registrando generalmente más del 95 por ciento de ocupación. Para recibir atención no se requiere seguro médico, sin embargo, no cuenta con servicios asilares ni de albergue, por lo que los pacientes deben abandonar sus instalaciones una vez concluido su tratamiento, que dura, en promedio, un mes. Quienes no tienen familiares o un sitio donde vivir, son canalizados a los Centros de Asistencia e Integración Social (CAIS), del Gobierno del Distrito Federal, que albergan a personas en situación de abandono social.

Los CAIS ofrecen gratuitamente a los usuarios alimentación, techo, vestido y medicamentos; así como asistencia médica, trámite de documentos legales y asesoría jurídica. Seis de ellos atienden a 1248 personas con enfermedades mentales de distinto tipo: retraso mental (604) epilepsia (65), demencias (212), esquizofrenia (349); trastornos de ansiedad (139) y trastornos con lesiones del sistema nervioso (179); constituyendo el 60 por ciento de la población total de los centros.

María Rosa Márquez, directora del Instituto de Asistencia e Integración Social -responsable de los CAIS- refiere que las personas que llegan a los Centros vienen de la calle o fueron llevados por sus familias, quienes solicitaron el apoyo porque no pueden seguirlos teniendo en casa; ya sea porque están muy deteriorados, porque son de escasos recursos o porque su comportamiento puede afectar a algún miembro de la familia.

"Antes se daba mucho que las personas dejaban a sus enfermos en la entrada de los hospitales, esa necesidad de albergar a esa población abandonada derivó en los CAIS, porque los hospitales no se dan abasto para tener a tantas personas ahí", precisó la doctora, refiriéndose a la colaboración con el hospital Fray Bernardino; donde son atendidos los habitantes de los CAIS cuando tienen brotes sicóticos. Luego de ser estabilizados, son referidos nuevamente al Centro, donde continúan con su tratamiento permanentemente.

Márquez apuntó que el objetivo del tratamiento es la reintegración a la sociedad, por lo que es muy importante que la población asuma las enfermedades mentales como cualquier otra y acepte a quienes las padecen.

Volver a empezar

El CAIS Cuemanco -donde actualmente vive José Andrés- alberga a 315 hombres con problemas severos de salud mental. No tiene pabellones ni camisas de fuerza, sólo una habitación para crisis y un área especial para los más deteriorados. Hay camas para todos con bases de piedra; comen 3 veces al día y la comida es fresca. La cocina está limpia como todas las áreas, pues hay personal de limpieza que, dividido en 3 turnos, limpia constantemente los desechos de los enfermos y los baña dos veces al día. Muy pocas veces presentan comportamientos violentos, pero la vigilancia debe ser permanente para evitarles manías, como la coprofagía (ingestión de heces fecales).

Cuemanco cuenta con un apartado en sus instalaciones, adaptado como casa habitación para convertirlo en el hogar de los pacientes más avanzados en su tratamiento, conocido como "casa de entrenamiento". El responsable del Centro, Edgar Choreño; asegura que la rehabilitación para estas personas es perfectamente posible, y sustenta su confianza en las 11 personas que egresaron el año pasado y que hoy viven de manera independiente.

Como parte de este proceso, Cuemanco cuenta con un auto lavado, que permite a los enfermos habituarse nuevamente al trabajo y tener un ingreso. El proyecto pertenece al programa "Autogenerados" del gobierno del DF, que entrega a los pacientes 40 por ciento de las entradas y reinvierte el resto en el proyecto. Rufina Ortega, coordinadora del proyecto, señaló que la finalidad es, no solo que ganen dinero y convivan con la población, sino que sepan administrar su dinero.

Durante el recorrido por el albergue nos acompaña Martín, un paciente que repite, contento, que hoy se irá a casa con su mamá. Enrique, quien padece retraso mental, nos muestra su corte de cabello y pregunta "Oye, ¿me quieres?". Adolfo riega las higueras y corta el pasto. Todos los que pueden, deben colaborar en algo con el Centro, "pues ésta es su casa y deben cooperar para que se mantenga bien", señala Choreño.

Modelo Hidalgo
En la búsqueda de una oportunidad para los enfermos mentales, durante los últimos 20 años se ha desarrollado una iniciativa que busca su reincorporación a la sociedad y un trato más digno para los que requieren permanecer hospitalizados. Se trata del "Modelo Hidalgo", que se basa en 3 ejes de acción: la prevención en salud mental a través de la información; la hospitalización, procurando que ésta sea breve y no asilar, y la fase de convivencia, que se da en las casas de entrenamiento o de "medio camino", donde se reincorporan a las actividades de la vida cotidiana.

El Modelo Hidalgo es impulsado desde el Consejo Nacional de Salud Mental, dependiente de la Secretaría de Salud. El director de normatividad y coordinación institucional, Jesús Moreno, destacó los resultados que el Modelo ha tenido en el estado de Hidalgo, donde el programa se aplica desde 1999 con el apoyo del ex gobernador Manuel Ángel Núñez y del Secretario de Salud federal, Julio Frenk. "Algunos pacientes que llevaban 20 años hospitalizados hoy viven en las casas de medio camino, algunos han obtenido su certificado de primaria y otros han encontrado trabajo. Una paciente que es de Durango encontró a su familia a raíz de la aplicación del Modelo, se les buscó y resultó que ellos ya la daban por muerta", comentó Moreno Rogel.

Pero su aplicación depende de la aceptación de los gobiernos estatales, lo que muchas veces no es posible por los recursos que se requieren o por el momento político por el que atraviesa cada estado; por lo que hasta ahora sólo ha podido ser implementado en Hidalgo, Tamaulipas y el Estado de México.

Mientras tanto, estos resultados dan esperanza a quienes aun se encuentran hospitalizados o bajo tratamiento. Desde Cuemanco, José Andrés espera el momento de retomar su vida fuera del albergue: "Quiero empezar de nuevo en la sociedad con los pies muy en la tierra…no voy a tener lo que tuve antes, pero voy a poder salir de aquí".


NUMERALIA

En México, 1 % de la población sufre esquizofrenia.
De ellos, 30 % logra una vida independiente, 50 % mantiene su funcionalidad bajo supervisión y 20 % permanece incapacitado.
(Fuente: Secretaría de Salud)

El psiquiátrico Fray Bernardino Álvarez atiende a 50 personas diario en urgencias, 250 en consulta y 300 en hospitalización.
Los Centros de Asistencia e Integración Social (CAIS) albergan y atienden a 1248 enfermos mentales.
(Fuente: IASIS y Hospital Fray Bernardino)

En el mundo, 24 millones padecen esquizofrenia.
121 millones sufren depresión.
37 millones padecen alzheimer.
50 millones padecen algún tipo de epilepsia.
(Fuente: Organización Mundial de la Salud)

viernes, marzo 24, 2006


Periodismo: actividad de riesgo al servicio de la sociedad

Al celebrarse por onceava vez el Día Mundial de la Libertad de Prensa, el periodista colombiano Javier Darío Restrepo reflexiona sobre la labor social y el uso faccioso de los medios, así como del riesgo que corre el periodista al asumirse como "vocero" de los más vulnerables.

Claudia Altamirano

La onceava celebración del Día Internacional de la Libertad de Prensa se da en un contexto mundial paradójico y difícil de definir en términos de avances o retrocesos. Por una parte, el asesinato, el encarcelamiento y las amenazas siguen siendo herramientas de los gobiernos y grupos de poder económico para callar la denuncia periodística y, por otro lado, el uso de los medios para ventilar problemas personales de los dueños o, peor aun, para chantajear funcionarios de gobierno.

El debate sobre el uso correcto de los medios de comunicación e información parece no tener solución mientras la legislación en la materia no sea clara y sirva, solamente, como instrumento legal para encarcelar periodistas bajo el argumento de la difamación. Así, la libertad de prensa de la que tanto alardean los gobiernos de régimen democrático en la actualidad, se encuentra acotada por la ley y amenazada por las armas de quienes, para evitar ser delatados, simplemente ponen fin a la vida de su delator.

De acuerdo con la ONG francesa Reporteros sin Fronteras (RSF), desde el 1 de enero del presente año a la fecha han sido asesinados 21 periodistas por motivos relacionados al ejercicio de su profesión: nueve en Irak, tres en Asia, tres en Centro y Sudamérica; dos en Pakistán, uno en África y dos en México. En tanto, 103 periodistas permanecen encarcelados por presuntos atentados contra la estructura de su gobierno o por difamación; siendo China y Cuba los países con más periodistas presos.

A este respecto, el periodista colombiano Javier Darío Restrepo apunta que el periodismo es considerado por el gran público como una profesión fácil y reemplazable, cuando se trata de una profesión de riesgo. "Las amenazas y la muerte a periodistas hacen recordar que es una profesión de alto impacto en la vida de la sociedad, tanto, que su ejercicio puede volverse asunto de vida o muerte".

El motivo más común para reprimir el trabajo periodístico es frenar la denuncia de casos de corrupción al interior de un gobierno o de empresas privadas; utilizando, en la mayoría de los casos, el argumento legal de haber sido difamados por el periodista. Ante ello, Reporteros sin Fronteras ha expresado la necesidad de reformar las leyes para trasladar al terreno civil el delito de difamación, a fin de que, en caso de cometer este delito, al periodista le sea practicado un juicio civil y no uno penal; lo que le libraría de ser encarcelado injustamente.

Restrepo coincide con esta propuesta. El catedrático en ética periodística señala que las legislaciones prevén sanciones por difamación con una facilidad "sospechosa", pues dichas leyes, más que velar por la honra y la fama, buscan intimidar a los periodistas para que no informen sobre asuntos que políticos y gobernantes querrían mantener bajo llave. "Tienen esas legislaciones mucha cercanía con las leyes de desacato que han llevado a los periodistas a prisión bajo la presunción de difamación, sin embargo, debe ser claro que el periodista tiene la obligación de respetar el honor de las personas y que toda información sin fundamento que vulnere esos bienes es antiética e ilegal a la vez", advierte.

Asimismo, precisa que las acusaciones contra periodistas a quienes se les ha comprobado una conducta punible, deberían convertirse en procesos civiles y no en un juicio penal que, al implicar encarcelamiento, puede convertirse en un arma de disuasión utilizables por políticos y gobernantes en contra de la libertad de información.

América: Democracias frágiles y violentas

Desde la Cumbre Iberoamericana de noviembre de 2003, celebrada en Santa Cruz, Bolivia, en los 21 Estados miembros de la comunidad han sido asesinados 11 periodistas y 26 fueron encarcelados en Cuba, donde el gobierno de Fidel Castro mantiene el monopolio de la información.

A decir de RSF, en México subsiste una libertad de prensa a dos velocidades: la de la prensa nacional y la de la prensa local. Junto a una prensa nacional relativamente preservada –indica- algunos medios de comunicación locales tienen que enfrentarse a grandes dificultades, lo cual atribuye a la relativa protección que la gran difusión otorga a los medios nacionales, contra la limitada distribución de los medios locales.

En el caso de Colombia -país origen de Darío Restrepo y considerado como un "peligro" para los periodistas- existe un pluralismo informativo real que los periodistas pagan con su vida. Los políticos corruptos, grupos armados y traficantes de droga obstaculizan la labor periodística, situación que se ha visto acrecentada desde la llegada al poder de Álvaro Uribe; tras lo cual, los periodistas tienen que hacer frente a un recrudecimiento de obstáculos a su trabajo, por parte de las fuerzas del orden. "Denunciar las exacciones de los grupos armados -paramilitares y guerrillas- y la corrupción de los cargos políticos sigue siendo un oficio peligroso, mucho más que en cualquier otro lugar del continente", precisa la ONG.

El otro lado de la moneda

En contraste con la represión al ejercicio periodístico, está el uso de los medios informativos para intereses privados, ya sea de los políticos o de los propietarios de los medios. Destaca el caso de Ricardo Salinas Pliego, propietario de Televisión Azteca, quien recientemente se vio envuelto en un escándalo de chantaje que involucraba al Secretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz.

La televisora acusó a Gil Díaz de intentar coartar su libertad de expresión, al solicitar que no se transmitiera un programa sobre el FOBAPROA en su programación. El secretario de estado negó las acusaciones a través de un comunicado, en el que precisó que, en lugar de ello, fue un emisario de la televisora quien trató de chantajearlo con una carta que presentaría como prueba del supuesto intento de censura. A cambio de no presentar dicha carta ante el público, aseguró Gil Díaz, el representante de TV Azteca pidió el cese de las investigaciones que la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) le sigue a la televisora.

Sobre este caso, Darío Restrepo califica como repugnante el uso de un medio de comunicación para un interés privado, pues se trata, dijo, de una usurpación de la comunicación; que es un bien y un derecho de la sociedad. En entrevista, el especialista en ética periodística apuntó que la información manejada como instrumento de chantaje deja de ser un asunto ético y se convierte en una grotesca forma de estafa y de engaño. "El caso es importante porque deja en evidencia la monstruosa deformación que se le ha dado a la conciencia de los que en mala hora llegaron a los medios de comunicación, cuya naturaleza es de servicio a toda la sociedad, de ninguna manera como arma de delincuentes".

-¿La libertad de expresión puede alegarse para justificar ese manejo delincuencial de los medios?

-Es obvio que no, pero agrego: puesto que la libertad no es un absoluto, sino un medio, está relacionada con los fines que se pretenden. Sería un gran adelanto si a propósito de la celebración del día de la libertad de prensa, se dejara atrás el pensamiento adolescente de ser libre para imponer el capricho y el interés personal y escribir lo que a uno le da la gana; y se entrara en la madurez de mirar la libertad como un instrumento que uno mismo forja y que le sirve para hacer lo que debe hacer.

El Día Mundial de la Libertad de Expresión fue declarado en 1991 a iniciativa de la UNESCO, y reconocido por la Organización de Naciones Unidas en 1993. La resolución de 1991, titulada "Fomento de la libertad de prensa en el mundo" reconoció que una prensa libre, pluralista e independiente era un componente esencial de toda sociedad democrática.