lunes, agosto 22, 2011

Ciudadanos pecho-tierra

No suelo emitir ningún tipo de comentario sobre el presidente o el gobierno de México.

No sólo en aras de no romper la objetividad que -se supone- debe caracterizar a todos los periodistas, eso ya es casi, lo de menos. Simplemente porque me parece que criticar a Felipe Calderón es acudir a un lugar ya demasiado común, sobre todo en el contexto que ahora vive México. Lanzarle todo tipo de insultos en redes sociales, o exhortarlo a que se ponga a trabajar en lugar de ________ (fill in the blank) me parece una redundancia, una pérdida de tiempo; la forma más barata de lucirse y simular ser un ciudadano consciente.

Si, el de Calderón es uno de los peores gobiernos que México ha tenido. No se me malinterprete porfavor, ni se me juzgue con la reducida óptica del pejismo: yo no soy calderonista ni panista. El país está en uno de sus peores momentos, y se han cometido atrocidades que NO deben pasarse por alto. Pero mientras no salgamos de las redes, mientras sólo nos quejemos pero sigamos sin hacer nada, seguiremos siendo la esposa golpeada que llora pero no denuncia al marido. Nuestro discurso pierde toda validez ante nuestra inactividad.

Por eso evito los comentarios fáciles e infructíferos. Pero lo que pasó el sábado en Torreón, en el partido Santos- Monarcas, me causó una indignación que me impide guardar silencio.

Esas imágenes me dejaron pensando tres cosas:

1. Lo que pasó a las afueras de ese estadio pasa en las colonias de muchos ciudadanos norteños. NO es más grave porque pase en un estadio de futbol, estos hechos NO son una revelación de la situación que vive el país. Esto empezó hace varios años y ya lleva 40 mil muertes. El plus de este video no es la novedad sino la oportunidad que nos da de ser testigos del horror que viven estas personas. Todos vemos las fotos de los muertos, la sangre y la crueldad en cualquier ciudad del país, pero pocas veces nos toca ver el miedo bajo el que viven estos ciudadanos en su día a día.

2. Estos hechos nos permitieron ver en VIVO cómo la gente de Torreón ya sabe cómo actuar en esas situaciones. Eso es útil pero NO es normal: que los jugadores desaparezcan de pronto a medio partido; que toda la afición se lance pecho-tierra entre las filas de asientos; que los fotógrafos que están a nivel de cancha se cubran el cuerpo con una banca y la cabeza con su cámara; que los padres lleven a sus niños a un partido de futbol y los saquen de ahi corriendo, cubriéndoles el cuerpo con el propio y con las manos la cabeza. Eso NO debe ser normal.

3. Los reporteros necesitamos aprender (¿o recordar?) a ser reporteros en todo momento. La transmisión de TV Azteca relató bien los hechos, sí, pero las cámaras hicieron casi todo (como casi siempre). Uno de los comentaristas no dejaba de repetir "qué desagradable", como si se tratara de una pelea entre aficionados; uno corriendo desnudo a media cancha, o alguien exigiendo que le devolvieran su boleto porque no le gustó el partido. Eso sería desagradable. Una balacera que pone a todos a correr como ratas (como si ellos fueran las ratas), no es desagradable, es inaudito.

Además, en cuanto se suspende el partido y la gente empieza a salir del estadio, la televisora termina su transmisión. Se entiende perfecto que son reporteros de Deportes, que no tienen la experiencia de los que cubren noticias nacionales, o de los especializados en violencia y narcotráfico, pero entonces ¿qué? Si ya están ahi las cámaras, ¿el público debe esperar a que lleguen los reporteros de nota roja o de narco, o de México, para enterarse de lo que pasó afuera? Aquí aplica la famosa frase periodística de "¡traigan un reportero!" para que salga junto con la gente y una cámara a informar...

Pero insisto, no es culpa de ellos. En teoría, todos los reporteros debemos estar listos siempre para cubrir cualquier tipo de noticia: si somos deportivos debemos saber cubrir una balacera; si somos Nacionales y nos encontramos a un músico o un deportista famoso debemos saber entrevistarlo o tomarle fotos; si cubrimos Espectáculos debemos saber cubrir la caída de la avioneta del secretario de Gobernación, si nos toca estar ahi.

Pero la realidad es que nadie está listo. O son tan pocos, que no se ven. La mayoría nos especializamos en un tema o un sector, y conocemos poco de los otros; por lo cual, cuando llega a nosotros una noticia de algo que desconocemos, no sabemos qué hacer. No me queda claro si es cosa de las escuelas de periodismo o de nosotros, o de los mismos medios, que nunca dejan tiempo para que el reportero se prepare para otras cosas, pero definitivamente nos hace falta recordar que, al final del día, en cualquier situación, somos reporteros.

En cambio, aplaudo la foto número 5 de la galería que trae esta nota. No sé si fue un accidente feliz o si fue intencional, pero este fotógrafo, además de informar, se puso a componer su foto. Bravo.

martes, abril 12, 2011

Tiempo: detente muchos años

Publicada en CNN México.

Crónica de una reaparición nada anunciada, pero por lustros ansiada. Aunque les quitaron el crédito, para la realización de este texto me ayudaron Will Turner, Juan Pablo Mayorga y Jorge Gómez. Lo que sigue, es mi propia versión:

Los boletos para el festival Vive Latino nunca se acaban. El sábado 9 de abril, sí. El estacionamiento y todos los alrededores del Foro Sol nunca habían estado tan saturados de autos, según los elementos de seguridad. La explanada difícilmente se llena en su totalidad y por la noche, los asistentes se apilaron hasta la zona de comercio, debajo de las gradas. El regreso más esperado del rock mexicano rompió las marcas del festival y de su sede: Caifanes estaba de vuelta.

La banda no prolongó la espera, y poco después de las 22:30 apareció en el escenario. Un poco alegre Diego Herrera entró directo a tomar los teclados, seguido del bajista Sabo Romo, el baterista Alfonso André y, finalmente, los integrantes que propiciaron el rompimiento; los dos músicos que, se creyó, nunca volverían a pisar un escenario juntos: Alejandro Marcovich y Saúl Hernández.

Pero la expectativa de los cerca de 70 mil fanáticos y curiosos que llenaron el Foro Sol no se vio reflejada en el escenario: entre Saúl y Alejandro no se percibía ya un conflicto, pero tampoco un solo atisbo de armonía, así como entre el resto de la banda. Cada uno parecía estar haciendo un performance individual; sólo por momentos se acercaban y tocaban juntos, de pronto algún abrazo furtivo o una sonrisa.

Cierto es que Los Caifanes nunca fueron los hombres más expresivos en el escenario, pero se les veía desapasionados, como si no fuera la primera vez que compartían escenario en 17 años.

¿Será por eso que las palabras de Saúl -considerado en los noventas como un tótem del rock mexicano y la figura más representativa del género-, fueron frías y breves? El cantante agradeció que el público no hubiera quitado el dedo del renglón durante más de tres lustros: de rodillas, expresó “Caifanes está a sus pies”.

Los fanáticos corearon lo que hubiera sido su deseo en los años noventa, ‘tiempo, detente muchos años’; para que Caifanes no se separara, para que la magia no se perdiera, para que los años no pasaran, dejando sus obvios efectos en estos músicos, que más que la juventud, parecían haber perdido el entusiasmo.

Aunque Alejandro dejaba ver que él también hubiera querido que no pasara el tiempo: vestido con un pantalón rojo y botas negras, como hace 15 años, demostró que los años sólo han hecho mella sobre su cabellera, dejando intacto su talento. Marcovich sigue siendo Marcovich.

A Viento le siguió otra canción del mismo álbum, el primero de la banda como Caifanes, luego de que abandonaran el nombre de ‘Las insólitas imágenes de Aurora’: Mátenme porque me muero.

Los dioses ocultos aparentemente no eran los Caifanes sino los fanáticos: el concierto estuvo prácticamente hecho por ellos, que con su canto suplieron las –por todos conocidas- deficiencias de la voz de Saúl, quien constantemente dirigía el micrófono hacia el público para que ellos cantaran.

Lejos quedaron los tiempos en que un concierto de Caifanes era un ritual: los escenarios del Palacio de los Deportes y Rockotitlán se quedaron impregnados de una energía mística, de los constantes homenajes que la banda rendía a la cultura indígena, y sí, de humo de marihuana, que se mezclaba con el del copal que se consumía en el escenario.

Lejos quedaron los tiempos en que Saúl le suplicaba a la Piedra que lo dejara, porque él no podía dejarla.

Ese tiempo que compartieron con otras grandes bandas como Santa Sabina, a cuya vocalista, Rita Guerrero, dedicaron ‘Ayer me dijo un ave’, in memoriam. La dedicatoria fue dirigida también a Eugenio Toussaint, jazzista y ex cuñado del baterista Alfonso André, fallecido el pasado 8 de febrero.

Aquí no es así, Miedo y Afuera, del álbum ‘El nervio del volcán’, se escuchaban mientras muchos asistentes -de los que habían esperado horas de pie frente al escenario, apartando su lugar en primera fila- se retiraban. Parece que el desgano de la banda es algo que sólo los fanáticos, y no los curiosos, pudieron soportar.

Sólo un beso de Saúl en la mejilla de Sabo, algunos acercamientos de Alejandro con Saúl –que no siempre eran correspondidos- y con Alfonso, dejaban asomar la química efervescente que hace 20 años hubo entre los miembros de Caifanes. Nos vamos juntos, haciendo viejos, algunos sueños, toda la piel

Sabo Romo recordó que este 11 de abril se conmemora una de las efemérides más importantes para el grupo: 24 años de su primera presentación en Rockotitlán, que fuera uno de los foros más importantes para el rock en México, en la década de 1980.

Caifanes se despidió con los clásicos No dejes que, La célula que explota y le regalaron al público La negra Tomasa, canción que, antes de separarse, no solían tocar en vivo, pese a ser de las favoritas.

No prometieron volver, ni tampoco dijeron ‘adiós’: sólo hicieron una reverencia abrazados, y se fueron juntos.

jueves, abril 07, 2011

#hastalamadre

Entre las muchas buenas conversaciones que tuve con mi amigo chileno José Ariztia, destaco una que me dejó muchas reflexiones sobre los mexicanos.

Mientras intentábamos mantenernos de pie en el microbús que nos llevaba a Plaza Loreto, él comentaba el asombro que le causa la sumisión del pueblo mexicano. Nos referíamos en concreto al IETU y la forma deliberada, cínica e impune en que nos recetaron este impuesto absurdo, por el cual todos nos quejamos....pero no hacemos nada (en conjunto).

Claro, hubo quienes se ampararon. Claro, hay quienes no lo pagan. Claro, hay quienes hacen trampa para deducirlo.

Pero en Chile, decía Pepe, esas cosas no pasan. Cuando un gobierno les quiere imponer algo que consideran injusto, las protestas y las movilizaciones por otras vías no paran, hasta que el gobierno desiste. "Pero las marchas no sirven de nada", le dije. "Es necesario hacer algo más".

"No pagar", respondió sencillamente.

Pero si unos pocos no pagan, se convierten en evasores del fisco y pueden ser castigados hasta con cárcel -si no pagan la fianza-. Si NADIE paga, el gobierno se vería obligado a tomar otras medidas... o echar para atrás su proyecto. Pero en México no sabemos organizarnos, y la desconfianza, la apatía y la visión individualista nos ganan. Por eso, en este país en el que todo pasa, en realidad, no pasa nada.

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Los mexicanos estamos hasta la madre de muchas cosas, desde hace varios lustros.

La marcha de ayer refleja el espanto de vivir, por primera vez en el último siglo, entre las balas. Es algo a lo que la mayoría de nosotros no estaba habituado, y me parece loable marchar, asustarnos, gritar, espantarnos; todo para no dejar que nos acostumbremos.

Pero nuestro hartazgo no es nada nuevo.

La línea anterior, más que una manifestación del sentir ciudadano, o una advertencia para algún nivel de gobierno -la marcha no le quita el sueño a nadie-, más que eso, es un lamento.

Lo que debe asustarnos no es la 'guerra' contra el narco, los 35 mil muertos, el gasolinazo nuestro de cada mes, los impuestos, la corrupción, el robo de combustible, las multas inventadas para financiar campañas, los parques mexiquenses con el nombre de la señora del cacique......

No. Lo que debe asustarnos, es nuestra apatía.

Lo que escandaliza a cualquiera que nos vea desde fuera, es que todas esas cosas nos pasan, sin que hagamos absolutamente nada por cambiarlo. Los gobiernos nos roban, la corrupción nos ahorca en cada esquina -no sólo en el gobierno- y nosotros lo permitimos.

Somos como la mujer golpeada que se queja con las amigas de que el marido le pega, pero ni lo denuncia, ni lo deja. Sigue ahi, expuesta a que él vuelva a golpearla y ella vuelva a quejarse.

Así llevamos décadas. No lo sé de cierto, pero supongo que siglos.

Estamos hasta la madre desde hace mucho, mucho tiempo.

¿Cuándo nos vamos a organizar para hacer algo al respecto?