lunes, noviembre 10, 2014

¿Qué tan cansado está México?

El dolor del padre de un joven asesinado es una tragedia sin matices: todos están de acuerdo en que lo peor que le puede pasar a quien tiene hijos es tener que enterrarlos. Peor aún cuando ni siquiera eso pueden hacer porque no tienen un cuerpo qué sepultar.

Por eso es que el grito de esos padres ha sido el detonante incuestionable del hartazgo de la sociedad en los últimos años:

"Si no pueden, ¡renuncien!", exigió a las autoridades responsables de la seguridad Alejandro Martí, cuyo hijo, Fernando, fue secuestrado y asesinado. Esta sentencia dio arranque a un plan gubernamental que prometía justicia y seguridad hace seis años. 

"¡Estamos hasta la madre!", clamó el poeta Javier Sicilia tras el asesinato de su hijo Juanelo en 2011, crimen que dio origen al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad.

"Ya me cansé". Esta frase no la dijo originalmente el padre de ningún joven muerto, pero fue adoptada inmediatamente por la sociedad, indignada por la desaparición de 43 estudiantes de Ayotzinapa, Guerrero, en septiembre de 2014. ¿El autor? El procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, luego de una larga y aparentemente exhaustiva conferencia.

Es la tercera vez en seis años que se enciende la llama del hartazgo en la sociedad mexicana. Otra vez la sociedad se suma a la exigencia de justicia de los padres de los jóvenes muertos y desaparecidos, todos aseguran estar hartos de la impunidad, la corrupción, la violencia, la inseguridad, de un Estado fallido. Por momentos el país se mueve mucho, pero luego la llama se apaga de nuevo. El movimiento estudiantil de 1968 no se ha olvidado por los muchos muertos y desaparecidos que dejó, por la incesante búsqueda de los padres de esos jóvenes y la barbarie que se desató en Tlatelolco. Pero sigue sin pasar nada. La sociedad exige a los medios información, pero cuando la tienen, no hacen nada con ella. Sí, todos estamos muy cansados de todo lo que padecemos en este país, lo estábamos cuando Martí los invitó a renunciar, estábamos tan hasta la madre como Sicilia,  pero llegó la elección federal de 2012 y... regresó el PRI. ¿Qué salió mal?

En la marcha #AcciónGlobalporAyotzinapa del 8 de noviembre, un hecho sin precedentes evidenció que el PRI sigue utilizando las viejas, desgastadas y muy conocidas mañas para desprestigiar manifestaciones sociales, pero esta vez lo dejó ir muy lejos: unos jóvenes pintaron y prendieron fuego a la puerta de Palacio Nacional. sin que un sólo policía ni soldado se acercara siquiera. Una puerta que está permanentemente resguardada al menos por dos militares, aparece sola y vulnerable en plena manifestación, mientras algunos elementos miraban todo desde la azotea. Latas de pintura en aerosol y bombas molotov fueron arrojadas a las ventanas de Palacio... y nadie hizo nada. Los granaderos llegaron mucho después y, más que evitar los ataques, se dedicaron a corretear gente y detenerla. Curioso que no hayan detenido a los que vandalizaron la puerta, aunque estuvieron ahí un muy buen rato y fueron grabados por toda la prensa y muchos ciudadanos que repudiaron la violencia, pero a un indígena lo golpearon dejándolo inconsciente. El Estado ya no se ocupa en disimular sus métodos.

La pregunta es ¿qué tan cansados estamos? ¿Suficiente como para hacer algo más que lamentarnos e indignarnos en las redes, marchar por Reforma y luego volver a nuestras casas? Todos quieren romper la indiferencia, pero ¿qué vamos a hacer?

sábado, noviembre 08, 2014

Voy a la marcha #AcciónGlobalporAyotzinapa

Yo no creo en la utilidad de las manifestaciones así que nunca he ido a una marcha como civil. Fui a una conmemorativa de la masacre de 1968 y una marcha gay, pero como reportera. Siempre he creído que los resultados de marchar contra el caos que provocan es una mala ecuación. Por no mencionar el asco que siempre me ha causado la pasarela en la que se convierte el Paseo de la Reforma: los famosos haciendo presencia como en una alfombra roja y los compañeritos periodistas tomándose la foto con sus colegas, con las pancartas; aprovechando para hacer relaciones públicas como acostumbran en las cantinas o poniéndose al día sobre dónde trabaja cada uno, para ver si pueden sacar algún provecho del encuentro.

Tampoco creo en el ciberactivismo, por eso no me he colgado de la desaparición de 43 estudiantes en Guerrero para darme aires de intelectualidad ni de compromiso ciudadano desde mi escritorio o mi smartphone.

Pero este año me propuse hacer cosas diferentes, no magnánimas ni escandalosas, sino simplemente cosas que nunca hago. Había olvidado este propósito, pero lo recordé cuando un amigo muy querido me preguntó "¿irás a la marcha?", como si fuera algo que regularmente hacemos. Me sonó sencillo y sí, una oportunidad para hacer algo que nunca hago.

Aunque todo esto no habría ocurrido si la marcha fuera por otro motivo. La totalmente inhumana y hórrida ejecución de 43 estudiantes en Ayotzinapa rebasa la frialdad a la que el desencanto me llevó desde hace años. La objetividad periodística que desde hace más de una década me ha impedido involucrarme con las causas se vuelve basura cuando mi país se cae a pedazos, y una voz en mi cabeza me llama a la congruencia: siempre me he quejado de la inmovilidad mexicana, de su apatía, su indiferencia, su egoísmo. Pero yo tampoco estoy haciendo nada.

Esta marcha tampoco va a servir de mucho. Pero quedarse callado mientras el país se vuelve una morgue y el gobierno "se cansa" de no hacer nada, tampoco me parece opción. Así que vamos, sólo a manifestar el dolor. Sólo a ver cómo es.