martes, septiembre 23, 2008

Sobrevivir al convoy

Hay una cosa de la que un suicida está seguro cuando decide arrojarse a las vías del Metro: que logrará su objetivo y morirá. Pero apostar al impacto de un convoy del Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro como un suicidio infalible puede ser una empresa riesgosa: al menos 6 de cada 100 arrollados sobreviven y sufren múltiples lesiones o incluso pierden miembros de su cuerpo, asegura el director del STC, Francisco Bojórquez.


Texto y fotos: Claudia Altamirano

338 toneladas de acero corriendo a 75 kilómetros por hora son argumento suficiente para creer que, cruzarse en el camino de este tren es una muerte segura, idea afianzada por los 750 volts de la barra guía. Convencida de ello, una mujer de 60 años se arrojó en junio pasado a las vías de la estación Ermita. Cuando el personal de seguridad bajó a buscarla, la mujer salió arrastrándose entre los rieles, sucia pero sin un solo daño a su cuerpo, dejando atónito al personal de la estación.
Como ella, en lo que va de 2008 otras cuatro personas que intentaron quitarse la vida de esta forma fallaron, dos hombres y dos mujeres más, de edades entre los 23 y 32 años.

Veinte minutos toma al personal del Metro restaurar el servicio luego de que alguien se arroja a las vías: detener el tren, reportar el incidente, pedir corte de corriente, evacuar el andén; buscar el cuerpo, verificar su pulso y sacarlo, limpiar las vías y reiniciar actividades. Cuando muere, el personal de seguridad levanta el cuerpo –o las partes de él- y lo lleva al local ocho, es decir, el baño. Si vive, se utilizan los colchones neumáticos para levantar el tren: se coloca debajo, se infla y se extrae el cuerpo para llevarlo a recibir atención médica.

Para incrementar las posibilidades de que quien toma esta decisión sobreviva, las autoridades del Metro implementaron las fosas antisuicidio: se trata de una ampliación en el piso sobre el cual pasa el tren, y en lugar de durmientes, hay un hueco de un metro de profundidad en el cual cae la persona que se arroja. De este modo, aunque sufrirá contusiones, evitará ser arrollada por el convoy.

Actualmente, la red del Metro de Ciudad de México cuenta con fosas antisuicidio en las líneas 6, 7 y un tramo de la B. Aunque el director del STC dijo desconocer por qué hay fosas sólo en éstas líneas, el gerente de Seguridad Institucional, Mario Izazola, señala que los costos de construcción resultan demasiado altos para sólo 34 suicidios al año.

Víctima indirecta: los trabajadores

Cuando una persona se lanza a las vías del Metro, el más afectado, después del suicida y su familia, es el conductor del tren. Luego de arrollar a alguien, el chofer debe dejar su trabajo unos días, recibir terapia con psicólogos para superar el trauma, y vivir con ello.

“Nosotros como conductores, nuestra única obligación es conducir el tren. Qué más quisiéramos que el tren se detuviera completamente al frenar”, expresa Gabriel, conductor de la línea B desde hace ocho años.

Apenas llevaba tres semanas conduciendo, cuando Gabriel padeció su primer y único arrollamiento. Al ir entrando a la estación Garibaldi, una mujer con aspecto desaliñado comenzó a caminar hacia atrás, se impulsó con la pared del andén y corrió hacia las vías. “Yo bloqueé el tren desde que la vi que se estaba preparando, pero de todos modos el tren no se detiene”, recuerda Gabriel, quien sólo necesitó llorar abrazado de su perro y unos días de descanso para recuperarse.

Pero no todos lo superan. Aun con las terapias, en la historia del Metro ha habido casos de conductores que ya no regresan, después de haber arrollado a alguien.

El personal de Seguridad también padece cuando se presenta un suicidio. Para Isaac, lo más difícil es tocar el cuerpo, ya sea para verificar si vive, o para extraerlo de las vías. Él es uno de los encargados de levantar los cuerpos –o los restos- de los arrollados, y tenía 20 años cuando levantó el primero.

“La primera vez yo levanté pedazos de piel y de cuero cabelludo, parecía un coco... Le faltaban partes de la cabeza, de la pierna y de una mano. Me sentí normal, porque es como levantar pedazos de carne en una carnicería, el problema es cuando tienes que levantar el cuerpo, cuando no son pedazos, porque ves a la persona”, relata el trabajador.

Asegura que nunca le ha tocado encontrar uno vivo, y se siente afortunado por ello: “Ese es uno de mis miedos, llegar y encontrarlo vivo... Pero en la práctica te chingas porque así son las cosas”.

Cifras:

El Metro mueve a 5 millones de usuarios al día.
En cada vagón caben hasta mil 530 personas
Las líneas más demandadas son la 1,2 y 3
En promedio, hay un suicidio cada 10 días en el Metro, es decir,
entre 34 y 36 al año.
6 de cada 100 sobrevive
Las líneas con más suicidios son la 3,2,1,8 y 9
Las líneas 6,7 y B cuentan con fosas antisuicidio
El DF ocupa el lugar número 15 en suicidios en el Metro, siendo Tokio la primera, París la segunda y Nueva York la tercera.

Fuente: STC