sábado, abril 01, 2006

Estudiante a los 50


En México, para un adulto que no tuvo oportunidad de realizar o concluir sus estudios durante su primera juventud, cumplir esta meta se vuelve una tarea titánica. El desinterés de muchos maestros del INEA, el desgaste de las capacidades cognitivas y la complejidad de los trámites, hacen que muchos acaben dándose por vencidos.

-Claudia Altamirano
Fotos: Claudia Altamirano y Octavio Hoyos

Maricela ha pasado prácticamente toda su vida atendiendo a su familia. Siendo la mayor de nueve hermanos, fungió siempre como una segunda madre para ellos, realizando tareas que no correspondían con su edad; lo que, aunado a la imposición de un padre machista, le impidió realizar sus estudios regulares, limitándose a una carrera corta de asistente de contador. A los 26 años, ya era una señora, madre de dos hijos y casada con otro hombre machista que siempre relegó toda la responsabilidad doméstica sobre ella.

Hoy, a sus 53 años, divorciada y con sus hijos casados, Maricela decidió ocuparse de su propia vida y cumplir los sueños que le truncaron. Se sumó a los miles de jóvenes que solicitan ingresar a la Universidad Nacional Autónoma de México y fue aceptada en el plantel Azcapotzalco del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH). Pero lograr su ingreso a la escuela más saturada del país, fue solo uno de los muchos obstáculos que ha topado en su camino a la meta.

En México, para un adulto que no tuvo oportunidad de realizar o concluir sus estudios durante su primera juventud, cumplir este objetivo se vuelve una tarea titánica. La apatía con la que imparten clases muchos maestros de los sistemas abiertos, el desgaste natural de la capacidad de aprendizaje en la edad adulta y la complejidad de los trámites, acaban por frustrar sus aspiraciones escolares.

Tal es el caso de Silvia, una de las hermanas de Maricela, quien intentó seguir el ejemplo de su hermana mayor y, juntas, se inscribieron al examen para acreditar el bachillerato general, convocado por el Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior (CENEVAL), que permitía obtener el certificado de preparatoria, con un solo examen, a los mayores de 25 años que no tuvieran tiempo de realizar dichos estudios regularmente.

Pero la sola aplicación de este examen tiene un costo de dos mil pesos, que no son reembolsables en caso de no acreditarlo; lo que deja fuera de ésta opción a las personas de bajos recursos. Además, los trámites de inscripción deben realizarse en un horario de 9 a 2, limitando a quienes trabajan en ese horario; mientras que la inscripción por internet es posible sólo para quienes cuentan con tarjeta de crédito para realizar el pago en línea.

Luego de acreditar un examen escrito por el que pagó mil 300 pesos, Silvia fue sometida a una prueba oral tipo entrevista, en la que fué sometida a mucha presión y tratada descortésmente, además de tener que pagar otros mil pesos por esta segunda prueba. Posteriormente, le notificaron que era imposible otorgarle el certificado, bajo el argumento de que el tipo de libros que lee (superación personal) no le brindan el conocimiento que requiere para ello, por lo que, a pesar de haber acreditado el examen, no pudo obtener su certificado para iniciar los estudios superiores. Después de esta gran decepción, Silvia no quiso intentarlo de nuevo y prefirió continuar su vida como jefa de familia.

Otras posibilidades

El examen de Ceneval no era una buena opción para Maricela, quien no podía costearlo, sin embargo, tomó la opción que resultaba imposible para su hermana por la falta de tiempo: clases regulares en una preparatoria regular. Sin hijos que cuidar y sin un empleo formal debido a su edad, Maricela tiene tiempo completo para dedicarlo a su escuela, pero a veces, asegura, resulta insuficiente, pues el aprendizaje es mucho más arduo para ella que para sus compañeros adolescentes.

Años atrás, se matriculó en el sistema de educación abierta del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA) para terminar la secundaria; una meta que casi no logra, pues la mayoría de sus maestros no la asesoraban adecuadamente, llevaban un ritmo muy acelerado y mostraban gran indiferencia ante los alumnos, que eran, en su mayoría, empleados de Luz y Fuerza del Centro que buscaban una superación intelectual a través del estudio.

Asimismo, se puede encontrar en los diversos planteles de la Universidad Nacional a estudiantes que rebasan los 40 años, pero que, siendo empleados de dicha institución educativa, tomaron la oportunidad de completar su ciclo de enseñanza media y superior; ellos sí, con la garantía de calidad educativa que ofrece la UNAM.

De acuerdo con el INEA, al inicio de 2005 había 2 millones, 383 mil 705 adultos registrados en este instituto, cifra que fue aumentando con 137 mil 854 ingresos por mes, hasta octubre pasado. Sin embargo, hasta esa fecha, se había atendido solamente a un millón 601 mil 302 alumnos, 644 mil 26 de ellos en el nivel de alfabetización, 241 mil 877 en primaria y 715 mil 129 en el nivel secundaria.
Las estadísticas del Instituto dictan que, hasta octubre, habían egresado 477 mil 730 estudiantes en todo el territorio nacional.

Entre los inscritos y los egresados hay un grupo no contabilizado de adultos que abandonaron sus estudios en alguna de las modalidades del INEA por distintos motivos. El de Maricela fue el bajo rendimiento que presentaba, pues eran pocos los maestros que ahí se preocupaban por el aprendizaje de los alumnos, limitándose, la mayoría, a dictar, poner tareas y aplicar exámenes. Después de haber reprobado varias veces una misma materia, perdió el ánimo y fue hasta este año que reanudó su lucha inscribiéndose a la UNAM.

La reputación de dicha escuela le hizo creer que estudiar ahí sería como estar en la Academia de Platón, un recinto donde recibiera la iluminación a través del conocimiento; pero lo que encontró fue un grupo de adolescentes ruidosos e indiferentes al estudio, con maestros que se han adaptado a esta indiferencia, haciéndola propia. “Le he pedido miles de veces al maestro de matemáticas que me explique lo que no entiendo, y el sólo me dice que piense. No me ayuda porque no entiende que yo no aprendo tan rápido como los otros”, lamenta.

A pesar de las molestias que le implica permanecer seis horas al lado de jóvenes que, por la diferencia de edad, no la integran a sus grupos de amigos y que sólo la buscan para “copiarle la tarea”, y bajo la tutela de maestros con suficiente conocimiento pero poca intención de impartirlo adecuadamente, Maricela no se da por vencida.

“A veces siento que no podré porque se me hace muy difícil, estudio muchas horas, pero creo que me iré adaptando con cada semestre”, confía, y se alegra al recordar el día de su inscripción,” Al presentar los papeles, todos creían que iba a inscribir a mi hija, y al decirles que la aspirante era yo, cada uno me felicitó. Cuando fui a mi clínica del Seguro a darme de alta como estudiante de la UNAM, me pedían fotos de mi hija, y me volvieron a felicitar cuando les dije que la alumna soy yo”.

Sus compañeros de clases, a pesar de su indiferencia, jamás le han faltado al respeto por ser mayor y estar en una preparatoria, “creo que para todos en la UNAM es normal”, dice. Su familia y las personas cercanas a ella expresan gran admiración por su valor y determinación, lo que la anima a seguir adelante en su objetivo: ingresar a la universidad y cursar una licenciatura en Ciudad Universitaria.

“Aún no se que voy a estudiar, me gustan la medicina, la filosofía y la literatura, pero aún no sé para que soy más apta. Necesito orientación, pero sé que voy a estudiar y demostrarles a todos, sobre todo a mí misma, que no soy tonta y que sí soy capaz de lograr todo lo que me proponga”, afirma esta estudiante de 53 años que tiene, todavía, todo un futuro por delante.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo conozco a esta mujer... me tomo muy buenas fotos el dia de mi boda...SALUDOS A ELLA!!! (Lula da Silva)