lunes, abril 30, 2007

Niños que cuidan niños


El nacimiento de Miguel* cambió por completo la vida de Jorge*. A sus nueve años, recibió un hermanito que, en lugar de un compañero de juego, se convirtió en una responsabilidad. El trabajo de su madre y la ausencia de su padre lo dejaron sin más opción que cuidar del pequeño, aun cuando no estaba listo para una tarea de ese tipo.


La escuela absorbe la mayor parte de su día, pero al salir, debe administrar su tiempo entre sus tareas y la atención a su hermano. Algunas veces se quedan solos en casa, otras se van a la casa donde trabaja su mamá como empleada doméstica, donde también tiene que vigilarlo, aunque su madre esté presente. Esta labor de hermano- padre, no satisface del todo a Jorge, quien reconoce que ha sido difícil para él saber qué hacer con un niño pequeño.

“A veces tengo mucha tarea y no sé qué hacer, tengo que hacerme cargo de las dos cosas al mismo tiempo, como que no da mucha alegría. Cuando era bebé no sabía que hacer con él, me ponía nervioso. Le decía a mi mamá que ya no lo quería cuidar, me enojaba. Ella dice que es mi hermano, que lo debo de cuidar y enseñar... pero yo como que no comprendía y me enojaba más”, reconoce el chico de quince años, cuya preocupación por su hermano es más parecida a la de un adulto.

A mitad de su adolescencia y con otro hermano por venir, Jorge admite que hubiera querido disfrutar de otro modo a su familia. “Me dicen que soy el hombre de la casa, que tengo más responsabilidades, que le tengo que ayudar a mi mamá, pero no me gusta mucho. Como que aun no me siento tan preparado para ser el hombre de la casa. Me gustaría primero prepararme, estudiar una carrera y ya luego ayudar en mi casa”.

El cuidado de un niño debe ser una responsabilidad exclusiva de los adultos, pues relegar en otro niño esa labor viola sus derechos fundamentales al impedirle estudiar o recrearse, asegura el jefe de la Clínica de Atención Integral al niño Maltratado del Instituto Nacional de Pediatría, Arturo Loredo. Se trata de una práctica común en nuestros pueblos, debido a que las familias eran muy numerosas; sin embargo, advirtió que es una cultura que no debe fomentarse. “Le estamos dando a ese menor una responsabilidad que él no pidió; es tiempo precioso que le estamos robando a ese niño”.

Por su parte, el representante de UNICEF en México, Daniel Camazón, calificó como “inaceptable” esta situación, sobre la cual, dijo, el gobierno y las organizaciones deben trabajar, a fin de garantizar espacios seguros para los niños mientras los padres trabajan.
Una de las consecuencias de esta dinámica, explicó, es que los niños que quedan al cuidado de otros difícilmente tienen tiempo para la escuela, “lo cual es fatal para su desarrollo, la violación de un derecho fundamental”, señaló.

En el marco del Día del Niño y de la presentación del estudio de Naciones Unidas sobre la violencia contra los niños, Camazón recordó que los niños deben gozar del derecho a la recreación para su desarrollo integral y precisó que ningún argumento es válido para delegar en un niño la responsabilidad de un padre. “Ni la pobreza ni la marginalidad son razones para que los niños tengan que cuidar de otros niños en detrimento del ejercicio de sus propios derechos”, puntualizó.

Aunque el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral para la Familia ( DIF) no cuenta con datos nacionales ni estudios sobre niños que estén a cargo de otros más pequeños, se trata de una situación que existe y amerita ser conocida a mayor profundidad, señaló el funcionario de UNICEF. "Es difícil verlo desde la perspectiva de los padres, pues es muy claro que si están en esa situación es porque no tienen otra opción, pero la garantía del ejercicio de los derechos de la niñez empieza por los padres, compete a toda la sociedad pero ahí inicia".

Adultización

La razón principal por la que los niños deben cuidar de sus hermanos o primos más pequeños, es la necesidad de sus madres de trabajar, siendo ellas el único sostén del hogar. En México, el 9.2 por ciento de los hogares son monoparentales, es decir, que están compuestos por uno solo de los padres y sus hijos, de acuerdo con el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres). De éstos hogares, alrededor del 80 por ciento está a cargo de una mujer, tendencia que ha crecido en 5 por ciento anual, según datos del Diagnóstico de la Familia Mexicana, realizado por el DIF.

Esta dependencia pone a disposición de las madres trabajadoras en México, para la atención y cuidado de sus hijos, mil 895 Centros de Asistencia Infantil Comunitarios ubicados en 427 municipios de sólo 25 estados; así como 511 Centros Asistenciales de Desarrollo Infantil, instalados en 26 de las 32 entidades, lo que denota la insuficiencia de este apoyo.

En otros escenarios, lo que obliga a los hijos mayores a cuidar de los menores no es el trabajo de los padres, sino su ausencia. Con 13 años de edad y viviendo a cargo de sus abuelos, Víctor debe mantenerse atento de su hermano menor, Alberto*, cuyo comportamiento se vio dramáticamente modificado a raíz de la muerte de su madre y la partida de su padre.

Además de asumir su propio proceso de pérdida, Víctor debe soportar y ayudar a su hermano en su duelo. “Me siento culpable porque él está más chiquito y está buscando un modelo a seguir, entonces se pone agresivo porque yo también me pongo agresivo”, admite el pequeño de apenas 13 años.

Aun cuando los menores de edad no son el grupo que dedica más tiempo al cuidado infantil, la cifra es alarmante si se considera que ningún niño debería realizar actividades que limiten sus derechos básicos, contemplados en la Convención sobre los Derechos del Niño de la ONU. Actualmente, señala el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), el 36 por ciento de niñas entre 12 y 19 años dedican alrededor de 8 horas a la semana al cuidado infantil; mientras que un 22.5 por ciento de varones en ese rango de edad, dedican a esta tarea seis horas por semana.

Otro de los fenómenos que detonan esta dinámica familiar es la migración. A decir de Daniel Camazón, UNICEF ha percibido una alta incidencia de niños que cuidan de sus hermanos en familias cuyos padres migran al norte del país para trabajar, generando dos escenarios: donde el hijo mayor trabaja junto con los padres para obtener mayores ingresos familiares, o bien que ningún hijo trabaja, pero el mayor se queda a cargo del resto mientras los padres lo hacen.

Cuando tienen una responsabilidad de este tipo, el proceso de maduración y aprendizaje de los niños se ve efectivamente acelerado, pero no es lo más sano para ellos, como muchos padres aseguran. “Los niños sí maduran y aprenden, pero no es el camino idóneo para que lo hagan”, refiere el doctor Loredo. El desarrollo de su personalidad y su autoestima se ven alterados, corren riesgos de accidentes y desorientación, que puede llevarlos a una mala aceptación de su vida, advierte el pediatra.

*Nombres ficticios

http://www.eluniversal.com.mx/nacion/150481.html

viernes, abril 27, 2007

Debo estar loco

Publicado en el diario El Centro.
Foto: Octavio Hoyos

*A Misha.

La cárcel es un sitio peligroso y repulsivo, del que cualquiera huiría, de tener esta posibilidad. Pero aun entre los temibles centros de reclusión, existe uno al que cualquier reo quisiera ser trasladado: el Centro Varonil de Rehabilitación Psicosocial (Cevarepsi), una cárcel con atención psiquiátrica que recluye a 362 delincuentes inimputables; es decir, que al momento de cometer el delito no tuvieron conciencia o entendimiento de lo que hacían.

Aquí, los presos purgan condenas iguales a las de otros centros penitenciarios, pero aquí no circulan dinero ni drogas, no hay violaciones ni fajinas y la población es mucho menor, por lo que no hay hacinamiento, amén de que la comida, el medicamento y atención son mejores.

Pero los inimputables gozan de un beneficio mucho más atractivo que la comodidad: la preliberación es mucho más fácil para ellos, siempre que haya un familiar o aval responsable de ellos y de su tratamiento. Así, un preso condenado a 50 años puede salir del Cevarepsi en menos de un año si su familia garantiza que cuidará de él y demuestra sustentabilidad para el tratamiento.

Es por ello que muchos delincuentes simulan una enfermedad mental o una crisis para ser referidos a este Centro y, con suerte, ser recluidos permanentemente en ella: el 40 por ciento de los reos que ingresan al Cevarepsi estarán fingiendo para huir de alguna deuda en su reclusorio de origen o simplemente para purgar su condena más cómodamente.

De acuerdo con el jefe de la Unidad de Apoyo Técnico, Felipe García, de las 3 remesas por semana que llegan al Cevarepsi, integradas por entre 1 y 5 reos provenientes de los reclusorios, al menos dos son farmacodependientes que buscan evadir una deuda relacionada con su adicción, o delincuentes aconsejados por abogados o familiares para buscar su traslado a un mejor sitio.


Empero, en los diez años de historia del Cevarepsi, sólo un reo "cuerdo" permanece ahí, pero no porque haya logrado engañar a los psiquiatras, sino gracias a la corrupción de un juez que recibió dinero para declararlo inimputable.

Juan*, un comerciante de Tepito que, a sus 23 años, mató a otro por rivalidad en espacios de poder de la zona. Aunque fue farmacodependiente, no padece ningún trastorno mental, pero su familia ofreció dinero al juez (con éxito) para que el homicida purgara su condena de 50 años al lado de enfermos mentales y no de reos de alta peligrosidad.

Corrupción aparte, ninguno de los mentirosos ha logrado su objetivo, pues simular alucinaciones es apenas la primera parte del acto que tendrán que montar. "Cualquiera puede construir un discurso sicótico, pero en algún momento caen en contradicción y se delatan", afirma García.
El psicólogo precisa que su gestualidad y contradicciones los delatan en la primera entrevista y, si pasan de ahí, al poco tiempo evidenciarán su salud mental con una conducta mas segura, una inusual higiene y, principalmente, al negarse a seguir tomando un medicamento que ya les está provocando síntomas: angustia, sudoración, insomnio y temblores en las extremidades.

Aunque ya hayan fabricado una crisis nerviosa, voces y personas imaginarias o autoagresiones, una vez en el Centro, se investiga si tiene algún historial clínico que avale su padecimiento. De no existir, genera sospechas. Se les aplican diversos exámenes y el resto, resulta obvio para los especialistas.


Una vez descubiertos, los tramposos son devueltos al reclusorio.

*Nombre ficticio.



La casa ¿de la risa?


En la periferia del Reclusorio Sur se encuentra el Cevarepsi. Al llegar al ultimo de sus múltiples accesos, tres internos miran a los visitantes a través de una reja, curiosos, mientras las visitas se registran. La puerta se abre y Kurt Cobain da una estridente bienvenida con su música y sus advertencias suicidas. Cuando se portan bien, se les permite poner música, sin restricción de géneros.

La mayoría se acerca solamente a saludar, "Buenas tardes", dicen al extender la mano. Algunos se reúnen alrededor de la cámara para ver la foto que se les acaba de tomar. "Periodista, sáquenos una foto por favor!" grita en el área 1 un interno que fue encerrado todo el día por haber agredido a otro.

En el área 1 están los mas deteriorados y en la 5 los más funcionales. Algunos ya mayores, como don Joaquín Herrera, de 60 años; quien se queja de lo injusto de su sentencia: 2 años y medio por robar unos limpiaparabrisas.

Algunos internos son no solo funcionales, sino que son demasiado listos. Uno de los únicos dos reos que ejerce su derecho a la visita conyugal, ha pedido que se le permita la visita, además de su esposa, de su concubina; para lo cual tiene que tramitar su pase de entrada, disposición que está en proceso...


En contraste, hay al menos 20 a los que sus familias ya no los quieren ver más. Concluyeron sus condenas y permanecen ahí, pues no hay quien se haga cargo de ellos. En algunos casos, dice Don Felipe, es complicado pedir que se los lleven porque su delito fue violencia doméstica, de manera que al regresar con su familia seguramente la lastimará de nuevo.

Vergüenza

La mayoría de los enfermos mentales son abandonados por sus familias, pues retenerlos implica un costo muy alto en todos los sentidos: atender a una persona que no se vale por sí misma (en algunos casos), que tiene alteraciones conductuales, que es o fue drogadicto; amén del alto costo de su tratamiento: solo el medicamento cuesta alrededor de mil 500 pesos mensuales.

Por ello, los centros de reclusión para inimputables buscan a la familia para que, una vez concluida la sentencia, se lleven a su pariente; pues la ley impide a las autoridades liberar a un enfermo que no podrá ser responsable de sí mismo.

Sin embargo, ante la renuencia de algunos para llevarse a su familiar, algunos trabajadores sociales del Cevarepsi se han visto obligados a llevarles personalmente al enfermo hasta su casa, a fin de no dejarles otra opción mas que aceptarlo.

"El enfermo mental causa problemas en una familia (…) por eso normalmente lo ven como un descanso cuando se le encierra", señala Catalina Borcegui, subdirectora del Centro Femenil de Readaptación Social Tepepan y ex funcionaria del Cevarepsi. "Algunos hasta se cambian de domicilio o no abren la puerta, fingen que no los conocen".

La funcionaria explica que la búsqueda de los familiares empieza antes de que concluya la medida de seguridad o sentencia, a fin de sensibilizarlos respecto al problema y que no les cause temor recibirlos de vuelta. Se les ofrecen opciones de instituciones donde pueden asilarlos en caso de no poder mantenerlos, empero, se necesita la colaboración de la familia, "porque no es solo 'aquí se lo dejo' y ya".

Este abandono familiar es un agravante para el problema de sobrepoblación que de por sí tienen estos centros como todas las cárceles; por lo que, a decir de Felipe García, ya se analiza la posibilidad legal de acusar por "abandono de persona" a quienes no quieran responsabilizarse de su familiar.


De acuerdo con la doctora Consuelo Vázquez, directora del Cevarepsi, ésta situación lo vuelve un asilo, más que una cárcel. "Hay una dualidad jurídica", señala la doctora. "Por un lado nos dicen que no los podemos poner en la calle solos, y por otro nos dicen que no debemos tenerlos más tiempo del que dicta su medida de seguridad. Es una irresponsabilidad también el dejarlos salir a la calle sin que alguien responda por ellos".

"Los locos no se entienden"


Alejandro es un hombre alto, delgado, moreno, bien parecido. Era modelo y quería ser actor. Su adicción a la piedra arruinó estos planes, pero en el comercio también le fue bien. A pesar de sus errores, era un hombre talentoso. Hoy, asesora a sus compañeros en la alfabetización y sirve los alimentos, mientras purga su condena. Harto de los conflictos y abusos de su madre, la mató.
Abandonado por su padre a los 9 meses de edad, Alejandro sufrió prostitución infantil, incesto, violencia física e inducción a las drogas por parte de un esporádico padre. Este cocktail de vivencias se convirtió en esquizofrenia y, durante un brote sicótico aderezado con un añejado rencor, le golpeó la cabeza con un palo. "Me dolió mucho que yo siempre viera por mi madre y ella siempre detrás de mi, tocando la puerta para meterme el chocho en la boca", confiesa.

Su nivel de lucidez y el de estudios le impiden entablar amistad con sus compañeros. "Nuestro mal es psiquiátrico, entonces es muy difícil que dos locos se entiendan. No he podido sacar algo positivo de encuentros o pláticas con enfermos como yo".

Dos intentos de suicidio se suman a su historial, plagado de desgracias.

¿De que estabas tratando de escapar?

"Pienso que de la responsabilidad a madurar, siempre se me dio todo y la carencia es un momento de mi vida me resultó muy difícil... No quiero hablar de remordimientos, no quiero hablar de haber crecido en una familia disfuncional pero si el hecho de enfrentarme a mi mismo, me resultó muy difícil, de eso quería escapar".

Gente normal

Ángel no tiene, como Alejandro, un rosario de tragedias en su vida que vuelvan obvia su esquizofrenia. Una familia completa, negocios productivos en Zacatecas y un talento artístico inobjetable, no ayudan a explicar por qué violó a 8 personas y mató a dos de ellas. Frecuentes crisis de epilepsia que detonaron un brote sicótico puede ser la explicación, pero su comportamiento educado y sus obras de arte contraponen a la persona con el delito que cometió.
"La familia sobreprotege, cuando quise cortar el cordón umbilical ya estaba grande y fue difícil. Tuve crisis muy graves: en un periodo de 48 horas tuve 117 convulsiones (…) que me provocaron daño cerebral, por lo que caí en crisis sicótica, empecé a escuchar voces ", relata el reo.

En el taller, Ángel comparte la mesa con Quiñones, otro esquizofrénico lúcido y funcional. Muestran con orgullo la constancia de su tercer lugar en el concurso nacional de ofrendas. Una imagen de Fidel Castro en la pared hace confesar a Quiñones su empatía con el mandatario cubano.

"Lo que pasa es que mucha gente cree que un enfermo mental es demencia completa, pero es muy diferente. Si tiene buen comportamiento y una terapia, puede llevar una vida normal. Nada más que hay personas que se avergüenzan mas de decir que tienen un enfermo aquí, que decir que tienen un familiar en un reclusorio. Porque está loco. ¿Cuántas gentes afuera llevan una vida normal siendo esquizofrénicos? Más que nada es la falta de información".