martes, octubre 07, 2008

Bajo el signo de Villoro

Publicado en Milenio Semanal.
“Hay que desconfiar muchísimo de las autodefiniciones”, dice Juan Villoro, y sin embargo se define como una persona nerviosa, curiosa y dispersa, que empieza haciendo una cosa y sigue con otra, como en un continuo zapping mental y de intereses. Esa diversidad de gustos lo lleva constantemente a la indecisión, característica que define a los nacidos bajo el signo zodiacal Libra, quienes, como Juan, viven moviendo los platos de la balanza: buscando un equilibrio que rara vez encuentran.

Para responder a una pregunta tan abierta e incontestable como ¿Quién eres?, Villoro recurre, para sorpresa de quien lo cuestiona, a la astrología; rompiendo con el prejuicio de que todo periodista debe ser escéptico, en nombre de la objetividad a la que se comprometió; y dando espacio al escritor, que, como él mismo dice, es muy difícil que sea escéptico, “porque la literatura es una forma de creencia, una representación de la realidad no sistematizada, de sueño dirigido; si crees en ese sueño dirigido, hay muchas cosas que te interesan que no son explicables racionalmente”.

Así, el acreedor al premio Xavier Villaurrutia en 1999 se confiesa apasionado de la astrología y, aun más, influido por ella en el desarrollo de una personalidad que a no pocos atrae y sorprende.

“Me interesa muchísimo, de una manera intuitiva, que quizá es la mejor para acercarte a la astrología; he tenido conversaciones con astrólogos que me han parecido fascinantes y al mismo tiempo, a lo largo de la vida me he ido vinculando con signos, creo que todos tenemos un club de signos y eso es asombroso e inexplicable, pero yo lo constato a diario: mi vida está muy influida por Piscis, Acuario, Libra mismo y algunos otros. Eso es muy curioso”.

A mí me resulta más curioso que un periodista como tu crea en el Zodiaco...

“Es más raro porque el periodista es más objetivo y busca la verdad, pero cuando te das cuenta que estás hablando con una persona y su vida ha tenido que ver con cosas que están en el Zodiaco, pues ya puedes dejar de sorprenderte. Es como cuando vas a un tratamiento de medicina alternativa: puedes llegar con todo el escepticismo del mundo y sorprenderte de los resultados, muchas veces inexplicables”.

La conversación empieza a rayar en el misterio al caer en la cuenta de que ésta entrevista, sin querer, tuvo lugar el 24 de septiembre: el cumpleaños de Juan. El asombro se condimenta con la honestidad que le caracteriza, cuando admite que de chico solía leer la revista “Duda”, de corte precisamente esotérico y de dudosa objetividad, que se editaba a principios de la década de los setenta.

“El periodista, aunque parte de un deseo de objetividad, se encuentra frecuentemente con cosas indemostrables. Cuando yo era chavo leía mucho una revista que se llamaba Duda y era una revista muy esotérica, muy mafufa: hablaba de ovnis, de profecías egipcias, de misterios no resueltos... no era muy rigurosa pero era fascinante. Su slogan podría ser el slogan del periodismo, sobre todo del que se puede practicar en México: ‘Lo increíble es la verdad’. Muchas veces cuando estás haciendo un reportaje, lo que resulta increíble es lo auténtico, más en una realidad como la mexicana. Entonces el periodista por más ganas que tenga de ser sensato, se encuentra con muchas zonas difíciles de relatar”, confiesa.

Esa década groovie y revolucionaria en que surgió la revista Duda sirve de contexto para explicar, también, por qué Juan Villoro cree en una disciplina vilipendiada y tradicionalmente menospreciada por los intelectuales. “Como yo estuve muy cerca del movimiento hippie, la era de Acuario y estas cosas, siempre me interesaron mucho los signos del Zodiaco”.

La charla llegó a un punto que sólo la palabra “bizarra” ayudaría a describir, pues mientras hablaba, su actitud y algunas de las cosas que decía me recordaron inevitablemente a alguien... Le confesé que también soy Libra y no sólo me preguntó mi fecha de nacimiento, ¡¡sino la hora!! Algo que hubiera esperado de alguna amiga, o del novio de mi tío, que lee las cartas, pero jamás de Juan Villoro. Para completar el cuadro, lanza otra serie de preguntas desconcertantes: “¿Eres meticulosa, observadora, criticona? ¿Te han sacado tu ascendente? Yo creo que eres virgo. Bueno y un poco más aterrizada que otros Libra, porque ellos son aire y Virgo es tierra. Pero bueno, hay que ver a qué hora salió el sol...”

Al hablar de su personalidad, éste escritor no puede evitar, como buen librano, hacer un determinado elogio de la duda, no como herramienta de conocimiento sino como una actitud.

Tengo la impresión de que eres una persona de eternas preguntas, pero ¿las has resuelto?

“No, afortunadamente no. Yo creo que el infierno es perder la curiosidad, no estar interesado en los demás, en el otro, y no tener estas ganas de averiguar algo. Cuando sientes que sabes todo, que no tienes dudas, que tus certezas son absolutas y que eres una persona de una pieza, creo que estás muerto. Intelectualmente sólo puedes estar seguro cuando pones las cosas en tela de juicio.

Yo creo mucho en eso, la vida no solo está hecha de lo que haces sino de lo que podrías lograr en un momento dado. Y en ese sentido las dudas son muy estimulantes, porque constantemente te dicen ‘no llevas una vida, llevas muchas vidas’, si te lo planteas correctamente puedes optar de muchas maneras y más vale interrogarte al respecto, yo creo que eso es muy rico”.

Pero las dudas también son inquietantes, ¿no?

“Por supuesto, y Libra tiene una indecisión pero que no se debe a que quiera ser arrebatado o pasar de un lado a otro, sino lo que quiere Libra es el equilibrio, pero al buscarlo, al buscar siempre el justo medio, está siempre inclinando más un plato de la balanza o el otro. Entonces necesariamente la duda te lleva a sopesar circunstancias y estar primero de un lado y luego en otro, siempre en un vaivén. Pero eso es más interesante, el lugar más interesante es estar en un hueco entre dos opciones. Es lo más interesante, cuando hay disyuntivas, alternativas. Yo creo que la vida es un lugar a dudas.

Y si la astrología tiene algo que decir al respecto, creo que me ha influido bastante el ser Libra”.

¿Cuál es la mayor complicación de éste carácter para ti?

“Un problema que tengo es la dispersión. Empiezo a hacer una cosa y sigo con otra, esto tiene que ver con mi trabajo mucho, empiezo con un tema a escribir un reportaje, continúo escribiendo un cuento para niños, sigo con un capítulo de una novela y al final ya no sé que hice. Me gustan muchas cosas muy distintas y eso a veces me lleva a conflictos de decisión muy grandes: quiero ir al teatro y ver el fútbol, o estar con la familia; y los placeres suelen ser incompatibles. Aquel que quiere tener placeres simultáneos muchas veces se mete en problemas fuertes, esto tiene que ver no solo con las relaciones amorosas sino con la forma en que organizas tu vida; entonces a veces me pasa eso, que siendo una gente dispersa, tengo tres cosas favoritas al mismo tiempo. Es complicado”.

Esa dispersión tan propia de los periodistas la tiene Juan en su estudio, pero tiene la superstición de considerar que al menos sabe dónde pone las cosas. “A mí me tranquilizó mucho llegar al estudio de José Emilio Pacheco y ver el inmenso desorden en que vive una de las mentes más ordenadas de México, y él me contó que una vez perdió un zapato entre sus libros y se tardó meses en encontrarlo, de tantos libros que había en el suelo, eran como las arenas del desierto. Eso me confortó muchísimo”, relata sin esbozar la menor sonrisa, a pesar de su sarcasmo.

Pero tan propio de los periodistas es el caos, que Juan sugiere desconfiar enormemente de un escritor o periodista que tiene su escritorio ordenado, pues eso suele indicar que no trabaja mucho.

¿Cómo has hecho para mantenerte en una sola pieza?

“Quizá por haber estado en el Colegio Alemán, desde niño tengo una disciplina grande y un sentido de culpa enorme; porque si no estoy haciendo las cosas como debería hacerlas, de inmediato el pequeño comandante que me introyectó el Colegio Alemán me llama la atención y me arresta. Entonces tengo un sentido de la responsabilidad exagerado. Esto tiene que ver con dos o tres cosas: el haber sido primogénito, que siempre recibimos en el camino un mandato de hacernos cargo de los pequeños, en una familia donde además mis padres se divorciaron y yo me quedé como el responsable de muchas cosas, y luego el Colegio Alemán; entonces esas 3 cosas me convirtieron en alguien que tiene una ansiedad de control muy fuerte”.

Se trata de un temperamento bastante contradictorio, como él mismo lo reconoce, pues los libranos, como él, todo el tiempo están en una lucha consigo mismos, pero ese sentido del deber y la disciplina que le inculcaron han impedido que la dispersión de los intereses y los placeres lo conviertan en una persona que está en todos lados y en ninguno.

“Pero esto es provisional, como la meteorología, que tiene momentos de orden y luego viene el huracán y ahí si estoy en la dispersión absoluta y ya no sé porque hago tantas cosas al mismo tiempo”.

¿Entonces es un mal incurable?

“Yo digo que sí, las cosas solo se agravan. Solo tienden a ponerse peor. A partir de cierto momento ya no cambias, solo engordas un poquito. Lo más importante en tu vida te ocurre antes de los doce años. Lo que te forma verdaderamente es la infancia, la gran escuela. Luego ya nos modificamos levemente, a partir de los cuarenta ya somos animales de costumbre; quizá antes pero a partir de los cuarenta ya es muy difícil modificar las neurosis que se han convertido en rituales personales, cosas que ya están dentro de ti”.

Entonces con los años, en vez de reinventarte ¿te vas rehaciendo tu solo? ¿Cociéndote en tu mismo caldo?

“Sí, yo creo que uno puede organizar la vida de tal manera que muchas cosas que parecen confusas en un tiempo, a la larga van encajando unas con otras. Yo tengo la ilusión de que la dispersión en que vivo, al cabo de los años tenga una apariencia de versatilidad; que el haberme interesado por cosas muy diversas, parezca más una variedad que un caos. Por supuesto, mientras lo estás viviendo lo vives más como un caos.

Pero las cosas se pueden ordenar un poco al cobrar perspectiva y revisarlas con el tiempo. Esto tiene que ver también con el proceso de escritura, me pasa muchas veces que empiezo a escribir sobre un tema, tanto de ficción como de no-ficción, de pronto doy un rodeo porque algo me llama la curiosidad, y eso es lo que yo buscaba en secreto pero no lo sabía”.

Por eso, Juan Villoro invita a no quejarse tanto del desorden y los accidentes, porque hay accidentes productivos. “Lo que pasa es que todo lo que no controlas te desestabiliza, te pone nervioso y te hace pensar que eres un mal alumno del Colegio Alemán”.

Y concluye puntualizando su librana defensa de la duda: “Las dudas no son necesariamente negativas, pero a veces les tenemos mucho miedo y queremos certezas. Uno de los sentidos de los libros de autoayuda –que en buena medida explican su auge actual- es el hambre de certezas que tenemos: queremos certeza sobre las calorías, sobre el sexo, sobre la autoridad, la pérdida de pelo, etc. Creo que es mucho más interesante quedarse con la duda, mientras te preguntas la vida tiene sentido”.

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