lunes, noviembre 20, 2006

El machismo disimulado


En el Día Internacional de la Mujer, las únicas 4 mujeres que han sido candidatas a la Presidencia de México reflexionan sobre la participación de la mujer en la política y la sociedad y coinciden en un señalamiento: el machismo de hombres y mujeres sigue ahí, pero ahora se esconde en el clóset.

Claudia Altamirano

México cuenta en su historia democrática sólo 3 mujeres entre sus aspirantes a la presidencia: Rosario Ibarra, Marcela Lombardo y Cecilia Soto, a quienes hoy se suma Patricia Mercado. A propósito del Día Internacional de la Mujer, las ex candidatas y la actual, rechazan que la misoginia haya puesto obstáculos en su carrera política, pero afirman que el todavía latente machismo se deja entrever en la violencia, la minimización del trabajo de la mujer y una disimulada actitud de rechazo a sus propuestas. Los hombres, dicen, ya nos reconocen pero aun nos limitan.

México tardó 65 años en registrar una candidatura femenina, hasta 1982, cuando el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) presentó a Rosario Ibarra como la primera candidata a la presidencia. Prestigiada luchadora social, fundadora del comité Eureka en pro de los desaparecidos, exiliados y presos políticos, doña Rosario no enfrentó ninguna limitante a su candidatura por el hecho de ser mujer: con el estandarte siempre presente de su hijo Jesús Piedra, desaparecido en 1975, se vió apoyada desde el primer momento por numerosos grupos de izquierda y un amplio sector de la sociedad que exigía justicia, impactado aun por las atrocidades de la guerra sucia.

Pero la candidatura de Ibarra rompió más de un mito: además de ser mujer, no contaba con la preparación académica y la experiencia política que ostentaban siempre los candidatos; ella era solamente "la madre de un desaparecido", lo cual daba fuerza y sustento a su petición de justicia. "Muchos me decían 'señorita licenciada' y yo les contestaba 'ni señorita ni licenciada'. Ese fue el precedente que establecimos, que cualquiera, hombre o mujer, de cualquier nivel, puede aspirar a ser presidente", señala con orgullo la activista, que recién cumplió 79 años, el 24 de febrero pasado.

Además, su candidatura hacía pedazos la muy admirada pero falsa política exterior del gobierno mexicano, que rompía relaciones con los dictadores y asilaba a sus víctimas, pero cometía las mismas violaciones contra sus propios gobernados. "Con mi candidatura logramos dar a conocer esto en el ámbito internacional y abrimos espacios en la ONU y otros organismos; ese fue uno de los beneficios de que yo tuviera esa candidatura".

Sin embargo, no todos parecían apreciar este avance de la participación femenina en la política, como lo demostraba un periódico -"de esos libelos que no valen la pena" como la misma Rosario lo llama-, que publicaba en su primera plana: "Salida del metate quiere ser presidenta". Además de cuestionar su capacidad para ocupar un cargo público, resultaba discriminatorio. "No es ninguna vergüenza saber manejar un metate, no hay ninguna deshonra en que una mujer trabaje en su hogar para el bienestar de su familia. Y aun cuando yo hubiese sido una mujer campesina que manejase el metate, tendría todo el derecho de cualquier ciudadano de participar en algo que nos concierne a todos", exclama.

El peso del aparato político priísta cayó sobre su candidatura, por lo que doña Rosario no deseaba contender nuevamente en 1988; empero, un muchacho que formaba parte de los grupos de izquierda a los que ella apoyaba, le pidió que no abandonara la lucha y volviera a ser candidata. Así, Rosario Ibarra se lanzó nuevamente a la grande, con el mismo resultado.

Tras haber establecido el antecedente de ser la primera mujer candidata a la presidencia en México, y haber dado espacio y voz al Comité Eureka en el Congreso -siendo diputada federal-, Rosario Ibarra descarta por completo la posibilidad de contender nuevamente por un cargo público. "No, yo ya no estoy para eso, se necesita mucha fuerza", dice mientras ríe, cual si para seguir buscando a su hijo a más de 30 años de su desaparición, y seguir luchando al lado de las familias de más de 250 desaparecidos, no se requiriera de una extraordinaria fuerza.

Cambiar la mentalidad

Tras el evidente triunfo en 1988 del Frente Democrático Nacional en las urnas, la izquierda intentó revivirlo seis años después, sin éxito. Ello obligó al Partido Popular Socialista (PPS) a lanzar un candidato propio: Marcela Lombardo.

Era la tercera vez que aparecía el nombre de una mujer en las boletas electorales, lo que generaba un buen ánimo entre la población femenina, que asistía en mayor medida a los mitines para apoyar a la candidata y pedirle su apoyo: "Yo sostengo a mis hijos", "Yo no tengo esposo", "Se fue a Estados Unidos, ayúdeme porfavor", eran las demandas de madres solteras, esposas de migrantes o mujeres, simplemente, abandonadas.

Pero no todos apoyaron a Marcela. Su condición de mujer y su parentesco con el fundador del partido, Vicente Lombardo Toledano, generaron inconformidades –discretas pero perceptibles- al interior del partido e, incluso, el rechazo se manifestaba en algunos de los hombres que asistían a sus eventos públicos: permanecían ahí, pero se mantenían apartados para no ser vistos apoyando a una mujer.

Luego de que el PPS perdiera su registro, Lombardo decidió ocuparse de lleno en la difusión del pensamiento lombardista a través del Centro de Estudios Filosóficos y Políticos Vicente Lombardo. Ahí, en su despacho, Marcela señala que la lucha más importante en materia de equidad de género radica en cambiar la mentalidad tanto de hombres como de mujeres, pues "también hay mujeres que no les importa la vida política, que no quieren participar, o que esperan a ver qué dice el marido o el sacerdote, eso aun no se acaba de cambiar", lamenta la maestra.

Lombardo señala la independencia como parte medular de la igualdad, por lo que recomienda a todas las mujeres "ser suficientes a sí mismas y a su familia, que no dependan de nadie, eso va formando otra mentalidad".

Independencia, primero en la cartera

Marcela Lombardo no sólo contendió en 1994 con hombres por la presidencia de la República; desde el Partido del Trabajo, otra mujer competía con ella en la carrera presidencial: Cecilia Soto, quien coincide con Lombardo en ese punto: "la independencia de una mujer empieza en su cartera".

Para ser autónoma, una mujer precisa experimentar lo que es ganar su propio salario y decidir sobre él, a decir de Soto, quien actualmente se desempeña como embajadora de México en Brasil, país en el que, asegura, la participación económica de las mujeres rebasa ya el 42 por ciento.

La educación como herramienta para combatir la desigualdad de género encuentra un obstáculo en lo que la Cecilia llama "educación sentimental", refiriéndose a ciertas ideas y valores perpetuados generación tras generación, que inducen una dependencia moral y emocional hacia los hombres. "Es un trabajo generacional, tomará tiempo romper el techo de cristal, es una cultura que se va ganando generacionalmente", puntualiza la embajadora.

En su campaña de 1994, Soto encontró una actitud positiva pero sobre todo de curiosidad, "les parecía extraño una mujer que hablaba sujeto, verbo y complemento sin equivocarse", recuerda. Las candidaturas femeninas, afirma, son consideradas como un ejercicio democrático, pero no son tomadas en serio; pues no hay suficiente confianza en que una mujer pueda ganar, estando arraigada aun en el inconsciente colectivo la idea de que lo natural es que las responsabilidades de gran riesgo las ejerza el hombre.

Lo anterior denota la persistencia de un "pragmatismo machista" , que aplaude a la mujer que lucha, pero no le permite llegar hasta el final de su objetivo, basándose en la desconfianza hacia su capacidad. "En la medida en que más mujeres ejerzan el poder se va quitando esa percepción y se sustituye por la idea de que las mujeres tienen la misma capacidad. Es importante que las mujeres vean a más mujeres", señala Soto.

Techos de cristal

Con este fin, la que fuera presidenta del extinto partido México Posible y hoy abanderada del Partido Alternativa Social Demócrata y Campesina (PASC), Patricia Mercado, ofrece a las mujeres, de llegar a Los Pinos, desarrollar políticas para romper las "paredes de cristal en que aun están encerradas las mujeres pero que nadie ve", en referencia a las limitaciones laborales y sociales que aun enfrentan las mujeres, en un entorno de supuesta igualdad. "Las mujeres ya están en todos lados pero están en nichos, no pueden entrar en todas las actividades productivas, hay techos invisibles, pues su ascenso dentro del trabajo tiene un tope, aunque parezca que se les da oportunidades, son limitadas", asegura.

En este contexto, Mercado subraya la necesidad de aplicar la recomendación de la Organización Internacional del Trabajo sobre los ejercicios de valoración comparable en las empresas, dado que, cuando una mujer accede a una profesión, ésta se desvaloriza en términos salariales; "como en los telares, donde hasta que se volvieron electrónicas las máquinas y no requerían una fuerza enorme para ser operadas, fueron ocupadas por mujeres, pero les siguieron pagando como costureras, mientras que el hombre ascendió a ingeniero textil".

Su plataforma política incluye, en materia de género: la promoción de la píldora del día siguiente, la despenalización del aborto, regularizar la capacidad de las mujeres para ser dueñas de tierras en el campo; flexibilizar los requisitos para otorgarles financiamiento para proyectos productivos y hacer compatibles los horarios de escuela y trabajo, a fin de que las mujeres no deban tomar la disyuntiva entre familia y trabajo, "dejemos la carga arcaica de México de que las madres se encarguen de la vida familiar", apunta.

Pero el reto mayor, en opinión de la candidata del PASC, es resolver la ruptura que generó la liberación de las mujeres en una sociedad que aun no sabe cómo hacer este nuevo tránsito. Patricia afirma que la violencia contra las mujeres ha crecido porque no se aceptan sus nuevos roles, y pone como ejemplo los asesinatos en Ciudad Juárez, reflejo del rechazo al trabajo femenino y su autosuficiencia. "Todos añoran el viejo tiempo en que las mujeres estaban en la casa. Hay una ruptura muy fuerte, hay muchos hombres viviendo solos y esto a veces genera rencores hacia las mujeres".

Pese a ello, Patricia Mercado está segura de sus posibilidades de ganar la elección, confiando, precisamente y sobre todo, en la participación de las mujeres, que la lleven a ser la primera presidenta de México y la quinta de Hispanoamérica por elección popular.

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