jueves, noviembre 23, 2006

Ni voto ni me callo





En plena campaña electoral y en medio de un bombardeo de mensajes que invitan a votar, los abstencionistas por convicción permanecen estoicos: no han votado nunca ni piensan hacerlo el próximo 2 de julio, manifestando así su rechazo a todos los candidatos, mientras el IFE no tiene más herramientas que la promoción del voto.

Claudia Altamirano

Desde que cumplió su mayoría de edad, hace 20 años, Joel ha votado una sola vez. Motivado por la curiosidad, acudió con su madre a emitir el que sería su primer y único voto, pues tras esa fecha decidió no volver a votar por nadie, desanimado por el fraude electoral y las inconsistencias de la política nacional. Su rechazo es tal, que no está registrado siquiera en el padrón electoral del IFE, pues considera que nadie puede obligarlo a pertenecer a una lista de electores bajo el pretexto de una identificación oficial.

"Una sola vez voté y creo que era para presidente municipal, cuando aun no existía el IFE. No volví a hacerlo porque no creo en la política mexicana ni en sus políticos. Creo que la falta de cultura del voto no viene de una falta de educación, sino de una ausencia de gobierno real", argumenta.

Incluso, este microempresario de 38 años asegura que si alguna ley lo obligara a votar, tacharía toda la boleta para anular su voto, pues definitivamente no cree en la política. Asimismo, afirma que, si pudiera, convencería a todos sus compatriotas de no votar, a fin de manifestar una insatisfacción general con éste sistema político. "Si hubiera alguien que me convenciera, sí votaría, porque sí creo en el voto, pero bajo este esquema, el voto da lo mismo, porque es la mayoría de una parte muy pequeña de votantes".

Como Joel, en México hay cada vez más ciudadanos que renuncian a su derecho al voto ante la falta de opciones y la decepción que les han causado los partidos y los procesos electorales. Sólo en la última elección federal para renovar el Congreso, en 2003, el 59 por ciento de la población no acudió a las urnas y solamente en 6 estados el número de votantes rebasó el 50 por ciento del padrón, de acuerdo con un estudio del Instituto Federal Electoral.


Y la cifra de votantes parece ir en descenso: el estudio del IFE indica que la elección presidencial de 1994 registró el nivel de abstención más bajo de los últimos 20 años, con un 24 por ciento; seguida de la histórica elección del año 2000, cuando ésta cifra ascendió a 36 por ciento. En cuanto a la elección de legisladores, en 1991 el 34 por ciento de los electores se abstuvieron; para 1997 la cifra creció hasta 42 por ciento y repuntó en 2003, llegando hasta el 59 por ciento.



Y es que las personas confían cada vez menos en los partidos y sus candidatos, "Los políticos cambian de un partido a otro con mucha facilidad (...) no existe esa plataforma de partido, solo intereses. A las personas que no votamos nos dicen que para exigir tenemos que votar, pero ¿Si yo no me identifico con ningún candidato? Además los políticos en este país no cumplen con lo que prometen en las campañas", lamenta Joel.

Hombres, los más excépticos

Resulta paradójico que un país que exige democracia, no quiera participar en ella. Este fenómeno tiene varias lecturas, pero la más directa sería que el abstencionismo es la manifestación de una ciudadanía desinteresada, desgastada por la insatisfacción de sus necesidades, señala la consejera electoral del IFE, Teresa González.

Para la funcionaria, la democracia tiene que ver con la calidad de vida de cada habitante del país y el ejercicio de gobierno; donde hay altos índices de desigualdad y amplios sectores de la población que quedan excluidos de los bienes básicos, se trata de un gobierno que no responde a las necesidades sociales, que influyen directamente en la participación ciudadana. "Son ciudadanos insatisfechos con la democracia en términos de lo que ha aportado y de los resultados que da en su vida inmediata, cotidiana".

Contrario a lo que pudiera esperarse de una población que no ejerce su derecho al voto, entre los "abstencionistas" destaca una mayoría de hombres, de entre 20 y 30 años, que viven en zonas urbanas. Los estados donde históricamente se ha registrado un mayor índice de abstencionismo son Guerrero y Coahuila, siendo alcanzados en la última elección federal de 2003 por Baja California, que apenas rebasó el 30 por ciento de participación.

Ante este panorama, el IFE realiza campañas de invitación al voto a través de spots y de programas de educación cívica, impartidos a los funcionarios de casilla en el momento de su capacitación y al gran público en escuelas, centros patronales, empresas y organismos civiles. El objetivo: recuperar la participación ciudadana en la vida pública, no sólo en las elecciones sino en la toma de decisiones públicas, más allá de los procesos electorales.

Pero no sólo los partidos políticos son objeto de desconfianza para los ciudadanos. La posibilidad de contar con dos o más credenciales de elector con domicilios distintos, despierta la suspicacia de muchos votantes, quienes ponen en tela de juicio la fiabilidad de un padrón que no controla la duplicidad de credenciales.

Y es que, aun cuando una persona no puede votar dos veces con la misma credencial o con otra, pues en la lista nominal se tiene un solo registro y se emite una sola boleta por persona, lo cierto es que tener dos credenciales de elector sirve para identificarse con un domicilio distinto al real, al realizar trámites o pagos.

"El registro no es confiable, pues hay muchas personas que tienen dos credenciales con el mismo nombre pero diferentes direcciones, yo conozco dos casos, por lo menos. Entonces, ¿que tan fiel es ese padrón? Por eso ni siquiera estoy registrado, y para identificarme puedo usar mi pasaporte o licencia de conducir", señala Joel, a lo que la consejera González simplemente responde "Pues si, estos usos irregulares de la credencial de elector, desde luego que pueden afectar el sentido, el propósito de este documento y genera confusión".

Ganadores de minorías

La legislación mexicana no contempla la posibilidad de un segunda vuelta en sus comicios. Un candidato resulta ganador en los comicios siempre que tenga un mayor número de votos por sobre sus adversarios, aun cuando el porcentaje de población votante haya sido muy bajo. Bajo este esquema, un solo voto podría hacer la diferencia y otorgaría el triunfo a un candidato que no fue electo por la mayoría de la población.

En países como Chile y Perú, un candidato no resulta ganador hasta que obtiene una mayoría absoluta, aun cuando haya tenido más votos que los demás. Ello asegura que el ganador será un funcionario electo por una gran parte de la población, y no sólo una minoría. Hasta ahora el congreso mexicano, de mayoría priísta, no ha intentado acceder a este esquema.

"Es un tema muy complejo", apunta la consejera, presidenta de la comisión de cultura cívica del IFE. "Es meternos en los sistemas electorales y a revisar los regímenes parlamentarios donde se contempla esto; hoy por hoy, este es nuestro sistema electoral, que tiene sus ventajas y desventajas, pero esto tiene que ver con las historias nacionales en términos de las normas y leyes, con nuestras características específicas tenemos esto, pero creo que es tan válido el uno como el otro".

Precisamente por ello, destacó la consejera, es importante que todos vayan a votar, pues cualquier porcentaje de votos, sea menor o mayor, decidirá quien gobierna el país los próximos seis años.

Si no votas, ¿cállate?

Octavio se decepcionó de la política mexicana desde que, en su adolescencia, comenzó a enterarse -a través de los medios- de lo que sucede al interior de los partidos y los gobiernos. Como Joel, no se inclina por ningún partido y cree que ninguna figura extraida de ellos sabrá gobernar este país. A sus 31 años, no ha votado ni una sola vez, y su credencial de elector se usa sólo como identificación. La parte trasera de su credencial, donde se perfora en cada elección, está intacta.

"Nunca he votado porque no creo en un sistema gubernamental como tal. Ningún candidato me ha convencido para que logre alguna especie de cambio social en el país. Nuestros padres han votado, nuestros abuelos, y si les preguntamos, siempre nos dicen que nunca han visto cambio alguno en el país con los diversos representantes del pueblo. La politica es solo una total sed de poder para lograr sus objetivos personales", argumenta.

Y las campañas de promoción del voto no surten efecto en estos abstencionistas por convicción. Para Joel, la campaña "Tu rock es votar", que invita a los jóvenes a votar bajo el lema "Si no votas, cállate", es errónea, incongruente y excluyente. Considera que cualquier ciudadano que pague impuestos y cumpla con sus obligaciones civiles tiene derecho a quejarse de un mal gobierno, aun cuando no haya votado por él.

"Entonces, a los que no votaron, ¿les cobran menos impuestos? No. ¿Podemos desobedecer y estar fuera de la ley? No. De cualquier modo eres ciudadano, eres contribuyente y pagas impuestos aunque no estes dado de alta en el SAT, por lo tanto, tienes derecho a exigir y quejarte", sentencia.

Asimismo, Joel considera que ni los músicos ni ese mensaje son el modo más adecuado para invitar al voto, pues, señala, en lugar de decir "cállate", deberían explicar la importancia del voto y la consecuencia de su omisión.

"Si en una elección votó el 34 por ciento de la población, ¿los electos van a gobernar sólo para ese porcentaje? ¿Los demas no existen? Nos vamos del país los que no votamos? Nos borran de todo registro? Si no puedo exigir por no haber votado, entonces que no me cobrren impuestos ni me pongan obligaciones civiles. Esa campaña es una incongruencia y es excluyente", puntualizó.

Por su parte, Octavio afirma que se trata de una simple estrategia publicitaria que no surtirá efecto, cuyo mensaje representa un acto de intolerancia; "¿Por qué nos habríamos de callar? Nadie tiene el derecho de hacerte callar por no hacer algo que no quieres", reclama.

Para la elección del próximo 2 de julio, Joel y Octavio harán lo mismo que en años anteriores y que seguirán haciendo mientras no haya un candidato que los convenza: dejar su boleta electoral intacta. "Ni voto ni me callo", responde Octavio.

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