sábado, marzo 17, 2007

“No hay un derecho a morir”

Antes de pensar en aprobar la eutanasia, México debe regular otras alternativas para enfermos terminales, como la abstención terapéutica ; sugiere el especialista en bioética Hans Van Delden, quien asegura que Holanda no es el “paraíso” de la eutanasia.

Claudia Altamirano
Foto: eitb24

El alto costo del tratamiento para el sida fue motivo suficiente para que Alfonso se dejara morir. Con un buen empleo en una importante empresa crediticia y una vida satisfactoria, la noticia de estar infectado con el VIH lo devastó, al punto de optar por la eutanasia pasiva para terminar pronto con su sufrimiento y evitar, a la vez, convertirse en una carga económica para su familia. Su hermana, la última pariente que le quedaba, aceptaba su homosexualidad pero, ignorando aun los alcances del sida, le daba de comer en trastes especiales, pues quería proteger a sus hijas. “Adoro a mi hermano pero no sé qué es esto y tengo hijas que cuidar”, decía. Así, Alfonso renunció a su empleo, se negó a recibir tratamiento y no luchó ni un momento por su vida.

Como Alfonso, en todo el mundo hay personas que se niegan a seguir esperando resultados de una larga discusión sobre la eutanasia y el suicidio asistido. Inmaculada Echeverría, una mujer española de 51 años que padece distrofia muscular, solicitó, hace cuatro meses, se le desconectara del respirador artificial que la mantenía viva. El pasado jueves, el Consejo Consultivo del gobierno autonómico de Andalucía le concedió finalmente el deseo de terminar con una vida de “enfermedad y opresión”.

Aunque, como dijera el director del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, Fernando Cano, resulta ingenuo pensar que en México el tema de una muerte con dignidad esté en sus albores, el grupo parlamentario del PRI en la Asamblea Legislativa presentó en noviembre pasado una iniciativa para legalizar la eutanasia, para lo cual propuso realizar un referéndum en febrero pasado que mostrara la opinión de la población capitalina a ese respecto, que finalmente no se llevó a cabo. Sobre esta iniciativa, el doctor holandés Hans Van Delden recomendó a México avanzar en el tema, pero con mesura.


En entrevista, el profesor de ética médica de la Universidad de Utretch sugirió, ante un contexto tan polémico y complicado como el mexicano, regular primero la abstención terapéutica, mejor conocida como eutanasia pasiva, que consiste en renunciar a la prolongación artificial de la vida dentro de un proceso de fallecimiento. Una vez establecido esto en la ley, se pueden considerar la eutanasia activa y el suicidio asistido, precisó el catedrático.


Siendo la eutanasia un fenómeno importante en el contexto del cáncer, y considerando que ese padecimiento es la segunda causa de muerte en México, urge una revisión objetiva al marco legal que tome en cuenta el sufrimiento del paciente, pero también que considere la eutanasia como el último recurso. “Está más relacionado con la forma en cómo el paciente ve la vida que con sus posibilidades de sanación”, reiteró.

“Holanda no es el paraíso”


Con la legalización de la eutanasia, en el año 2002, Holanda se colocó en el ojo del huracán, y a su alrededor se generó todo tipo de temores: que se dispararía la demanda y el número de suicidios asistidos, que se incurriría en asesinatos disfrazados de eutanasia y que los holandeses estaban dispuestos a otorgar a los enfermos su derecho a morir. Pero terminar la vida de un enfermo, esta práctica debe seguir siendo la última opción, según Hans Van Delden.


A casi cinco años de haber sido aprobada la polémica ley, Holanda no reporta una demanda desmedida ni descontrol en la aplicación de la eutanasia: 97% de las peticiones que son presentadas al Comité de Evaluación provienen de un paciente lúcido, y solamente dos de cada cinco son aprobadas. Esto se debe a los estrictos criterios de los miembros del Comité, que para otorgar un permiso para practicar eutanasia o un suicidio asistido exigen la petición escrita del paciente y la opinión de dos médicos independientes que aseguren que ya no hay más qué hacer en ese caso.


Así, para que sea aprobada la aplicación de la eutanasia, aun en Holanda, se requiere que el paciente padezca “un insoportable sufrimiento, sin posibilidades de alivio ni ninguna alternativa razonable de curación”, condiciones que deberán ser avaladas por los médicos, pues si se atendiera sólo la voz del paciente, escucharían solamente su dolor, pero no su situación real.


“Esto tiene qué ver más con la forma en cómo el paciente ve la vida”, refiere Van Delden, quien fue miembro del Comité de Evaluación Remmelink, para el cual realizó diversas investigaciones sobre las decisiones médicas relacionadas con la conclusión de la vida. Es imprescindible que la eutanasia sea vista como un último recurso, advierte el médico, y no un simple escape a una situación dolorosa o el ejercicio de un “derecho a la muerte”. “Holanda no es el paraíso de la eutanasia. No es como si el paciente pudiera exigir su muerte sin que el médico opine”.


Durante una breve visita a México, el especialista impartió dos conferencias sobre el tema, en las que especificó que la llamada Ley 2002 no da apertura total a esta práctica, sino que creó una distancia mayor entre la criminalidad y la práctica médica, que aún tiene restricciones. El reto ahora, señaló, es humanizar la eutanasia, pues el tema se encuentra demasiado medicalizado, dando prioridad al análisis médico sobre la voluntad del paciente.


—¿El número de solicitudes en Holanda no habla, por sí mismo, de un gran sufrimiento?
—“No, habla de un gran número de personas que creen que esta es la única salida. Allá tenemos médicos que les explican que no es así, que hay otras vías. Se habla de dignidad, y a todos nos puede parecer indigno no poder hablar, no poder moverse, pero la verdad es que se puede intentar hacerlo más digno. Hay algo que se llama terapia de dignidad, que es una forma de hacer que ellos encuentren dignidad en la forma en que viven ahora”.


Van Delden subrayó que el objetivo de legalizar la eutanasia nunca fue ni será aplicarla a quien lo pida. “No se trata de decirles ‘Ok, ¿quieres morir? Perfecto, lo haré’. Se debe tratar de encontrar otra manera de lidiar con el problema que tiene”. Lo que se busca, dijo, es estar seguros de que se trata de una decisión bien analizada y consensuada, y que realmente es la única opción para terminar con el sufrimiento del paciente.


Actualmente, la eutanasia activa sólo es legal en Holanda, mientras que el suicidio asistido es permitido en ese país nórdico y en Oregon, Estados Unidos. La eutanasia pasiva, por otra parte, es permitida por la ausencia de acciones punibles, pero aún genera grandes dilemas éticos en la comunidad médica mundial, que ven la abstención terapéutica como una omisión en la labor primordial del médico, que es preservar la vida por todos los medios.

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