jueves, julio 24, 2008

Una llamada, su regalo navideño

Texto y fotos: Claudia Altamirano

Pocas veces una llamada telefónica había sido tan importante para María. Desde que salió de la provincia de Cañar, en Ecuador, no había podido comunicarse con su madre y, en estas fechas, esa llamada cobra capital importancia.

Detenida en la estación migratoria del Distrito Federal por su condición de indocumentada, María tendrá que pasar la Navidad y el fin de año en la estación y no en su casa; acompañada por otros paisanos a los que recién conoce y no por su familia.


A sus 21 años, es madre soltera de un chico de cinco; quien quedó al cuidado de su abuela cuando su madre partió al norte, persiguiendo un objetivo que quedó truncado: Estados Unidos.

Pero María no llora por no haber llegado. Sabe que el pollero le da otras dos oportunidades más de intentar llegar, por el mismo dinero. Llora por la inminente llegada de una Navidad lejos de su familia y, sin haber podido siquiera, llamarles una sola vez para decirles que está viva.

Su petición fue escuchada por otras paisanas, las titulares de la Asociación de Ecuatorianos Residentes en México (Ecuarmex); quienes llevaron a la estación migratoria un regalo navideño: tarjetas telefónicas de larga distancia para los 31 ecuatorianos allí detenidos.

La melancolía en los rostros de las 11 mujeres y 20 hombres ahi retenidos se esfumó al recibir las tarjetas. Aunque sólo María lo había expresado, todos estaban desesperados por llamar a sus familiares; la mayoría ubicados en Ecuador pero algunos también en Nueva York o Miami. Todos brincaron de sus asientos cuando Rosario Olmedo, secretaria de Ecuarmex, extrajo de su bolso las tarjetas telefónicas, que representan el mejor regalo navideño: la posibilidad de, al menos, saludar a sus seres queridos.

Una posada dentro de la estación y un improvisado festejo navideño entre compatriotas no es suficiente para los expulsados: de su país por la falta de oportunidades y ahora también expulsados del sueño de obtenerlas en otro. Aun así, los ecuatorianos agradecen la tarjeta, la ropa, los zapatos y los artículos de higiene personal que les obsequian. No se quejan de nada, aseguran que en la estación no les falta nada; sólo piden una cosa: estar en Ecuador antes del 24 de diciembre.

Pero esto no será posible en la mayoría de los casos: la saturación en los vuelos por la temporada alta complica su regreso a casa.

La timidez caracteriza a los migrantes ecuatorianos, afirma el personal de la estación de Iztapalapa. Quizá es por ello que, cuando se les pregunta qué necesitan, o si los trata bien el personal del Instituto Nacional de Migración (INAMI), los detenidos aseguran que nada les falta y que todo está bien. Pero basta que uno se anime a expresar alguna inconformidad, para que los demás lo secunden y lluevan las quejas.

Las hostilidades de la secretaria y el trato déspota del médico son sus principales reclamos. “Nos dan la misma medicina para todo”, afirma uno de los chicos asegurados, quien pasó tres días sin dormir bien por el malestar estomacal y renovando su dolor con cada alimento que ingería.

Y aunque los detenidos no se quejan de las condiciones de higiene en la estación, sus paisanas de Ecuarmex buscan acopiar una nueva tanda de donaciones; ésta vez de toallas, pues dicen que al bañarse, las mujeres no tienen con qué secarse y utilizan su propia ropa.

“La secretaria es muy grosera”, acusan al embajador de Ecuador en México, Galo Galarza; quien les ofrece realizar, a través de la representación diplomática, las llamadas que necesiten.

Pero otros piden un favor más: una muñeca para llevarle a su hija. Fredy Paredes, de 35 años, dejó en la provincia de Cuenca a su esposa Maribel y a su pequeña, de quienes guarda fotos en su cartera, junto a la de su hijo fallecido. En otro compartimiento, conserva cabellos de ellas y un poco de tierra de la tumba del niño.

La educación de su hija bien vale el enorme riesgo que corre y los miles de dólares que deberá pagar al coyote; pues la niña “tiene un coeficiente intelectual muy alto”, y su salario no es suficiente para “la educación que ella merece”, dice.

Los villancicos que les pusieron para ambientar el festejo navideño adelantado hacen llorar a Fredy. “Mi hija quería una muñeca, pero ahora me dice que ya no la quiere, que ya sólo quiere que regrese”.
http://www.eluniversal.com.mx/ciudad/88272.html

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