martes, marzo 28, 2006

Padres de sus nietos


En México hay cientos de adultos mayores que se ven obligados a ocuparse parcial o totalmente de sus nietos ante la falta de tiempo de sus hijos o, incluso ante la ausencia de ellos. En muchos casos, esta responsabilidad resulta un placer para los cariñosos abuelos, pero en otros, resulta una pesada carga económica y física que difícilmente pueden sostener.

Texto: Claudia Altamirano
Foto: Octavio Hoyos

La paternidad ha sido para José Martínez, además de una realización, una responsabilidad extraordinaria. Junto con su esposa, Olga, crió a dos hijos en su juventud, a una nieta en la edad adulta y a una bisnieta en la senectud. El compromiso con su familia ha sido absoluto: con recursos por demás insuficientes, ha sostenido a 3 generaciones de su pequeña familia, misma que nunca ha retribuido este esfuerzo.

La sociedad mexicana, caracterizada por un núcleo predominantemente familiar y una economía insuficiente, alberga cientos de historias como ésta, donde los adultos mayores se ven obligados a ocuparse parcial o totalmente de sus nietos ante la falta de tiempo de sus hijos o, incluso ante la ausencia de ellos. En muchos casos, esta responsabilidad resulta un placer para los cariñosos abuelos, pero en otros, resulta una pesada carga económica y física que difícilmente pueden sostener.

Olga y José alcanzaban los 60 años cuando nació su nieta Guadalupe. Su hija, Carmen, regresó al seno familiar tras divorciarse de un hombre golpeador, solicitando el apoyo de sus padres para atender a la niña. Luego de casarse por segunda vez, Carmen dejó a Lupita al cuidado de sus abuelos, argumentando la cercanía de su casa con la escuela y bajo la promesa de llevársela posteriormente, lo que nunca sucedió.

Hoy, casi por cumplir la octava década de su vida, los abuelos de Guadalupe se ven envueltos nuevamente en la misma situación, pues ella se embarazó de un muchacho oriundo de Oaxaca, quien regresó a su tierra dejando a ambas desamparadas. Sin empleo y sin estudios, Lupita demanda de sus abuelos para su hija el cuidado y los recursos que le brindaron a ella. “Pero nosotros ya no podemos hacernos cargo de la niña, el cuerpo ya no responde, aunque uno quiera, ya no es lo mismo…ella tiene osteoporosis y ya es un riesgo que haga muchas cosas, ya no tenemos mucha energía”, lamenta el jefe de familia.

Durante los 22 años de edad de Lupita, su abuelo -a quien llama papá-, ha sostenido su hogar con el salario mínimo producto de su trabajo en la tienda de la iglesia del Carmen, en el barrio de Tepito. Para sortear las dificultades económicas, José trabaja en días festivos y descansa solo un día a la semana, además de realizar trabajos extra de talabartería; pues sus patrones no han querido liquidarlo para no pagar su jubilación.

Las palabras de José denotan la angustia de no poder mejorar su situación económica. Él lleva años pidiéndoles a los sacerdotes un aumento salarial pero se lo niegan. “Mientras Dios me de, pues ahí vamos”.

A pesar de todo, José y Olga se ven contentos. El apoyo mutuo durante 60 años de vida juntos les mantiene de pie pese a las adversidades. Ahora esperan que su nieta consiga un empleo para solventar sus propios gastos y los de su hija, para contar con un poco más de recursos para ellos en ésta, su última etapa de vida.

Como los Martínez, en México hay cientos de familias compuestas por abuelos y nietos solamente, lo que aparentemente no significa una diferencia importante respecto de la familia tradicional, pero que representa un esfuerzo mucho mayor para quienes ya no tienen la fuerza de la juventud ni empleo, en la mayoría de los casos. Aunque el gobierno federal no tiene contabilizado el número de personas que viven esta situación, el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) señala, en un estudio sobre hogares y familias del año 2000, que de un total de 22 millones, 268 mil 916 hogares en el país, el 69 por ciento está compuesto por padres e hijos solamente, mientras que un 24.5 por ciento está compuesto por más miembros de la familia.

Entre las variables que generan esta situación, se encuentra asimismo la muerte de los padres, en cuyo caso los abuelos o los parientes más cercanos asumen la responsabilidad de los huérfanos. Esta variable se vuelve frecuente en países donde hay altos índices de SIDA u otras pandemias, como el continente africano, donde se estima que más de cinco millones de abuelos están criando nietos huérfanos, de acuerdo con la ONG HelpAge Internacional.

Dependencia económica

México se caracteriza por tener una estructura familiar a pesar de todos los cambios sociales, donde las crisis financieras recurrentes han obligado a varios miembros de la familia a vivir bajo el mismo techo, afirma Juan Carlos González, Director de Gerontología del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (INAPAM).

El funcionario rechaza que la necesidad de apoyarse en los abuelos para el cuidado de los niños, incluso económicamente, denote una dependencia económica y moral de los hijos hacia los padres; en su lugar, González señala que los arreglos familiares no tienen otra función mas que permitir a los miembros de la familia vivir mejor y tienen, implícita o explícitamente, ventajas para todos los miembros.

“Las condiciones sociales nos llevan a realizar una serie de medidas que se acomoden a las necesidades de todos los miembros de una familia para que tengan una mejor calidad de vida. No es que injustamente se les adjudique la responsabilidad de un nieto, sí existen los casos pero son menos, en lo general son arreglos familiares donde todos encuentran un beneficio”, indicó.
Y es que para los padres que trabajan, resulta mucho más económico y seguro encargar a sus hijos con los abuelos que pagar por esa atención: un sondeo de la Procuraduría Federal del Consumidor, practicado el año anterior en 245 guarderías de la capital del país, señala que el costo por este servicio fluctúa entre los 500 y los 5 mil 348 pesos al mes para niños de 0 a 1 año; entre 533 y 4 mil 925 pesos para niños de 1 a 2 años y de 653 a 3 mil 777 en edades de 2 a 6 años. De acuerdo con la Profeco, esto significa, en promedio, entre 2.5 y 10 pesos por hora de atención.

Asimismo, los centros de atención infantil no cumplen con todas las expectativas de los padres que trabajan, ya que, de acuerdo al sondeo, 38 por ciento de las guarderías tienen un horario menor a 9 horas y todas proporcionan sus servicios de lunes a viernes. Sólo 41.6 por ciento atienden tanto a niños en edad de educación inicial (0 a 2 años con 11 meses) como niños en edad de educación preescolar (3 a 5 años con 11 meses), mientras que el 32 por ciento de ellas no atienden a niños menores de 2 años.

Pero el beneficio de este acuerdo familiar parece no ser para todos: mientras que sólo un 25 por ciento de la población adulta mayor tiene ingresos propios, ya sea por empleo o jubilación, la cantidad de remesas internas (dinero proveniente de los hijos u otros familiares) que reciben los adultos mayores es mínima (8 por ciento en el caso de hombres, 12 por ciento para las mujeres, según el Inapam).

“Los abuelos los echamos a perder”

Victoria Valdés sabe muy bien lo que significa ser abuela y madre a la vez. La primera de sus cuatro hijas, Lupita, tuvo dificultades al nacer que le provocaron un ligero retraso mental. Esta condición no le impidió llevar una vida regular, excepto porque su desarrollo intelectual no rebasó el de un niño de 10 años. Luego de haber cumplido 20, Lupita fue abusada sexualmente por un individuo que simplemente desapareció, dejándola en estado de gravidez. Victoria pensó en dar al niño en adopción, “pero no me sentí con derecho a quitarle a su hijo, así que lo registré bajo mi nombre”, recuerda.

Juan Antonio Torres, el hijo de Lupita, la reconoce como su madre pero le rinde cuentas a Victoria, a quien ubica como figura de autoridad en su casa. Criado por sus abuelos, sus tías y parcialmente por su madre, Juan Antonio gozó de un cariño y educación sin restricciones, lo que, según Victoria, lo desubicó. A los 16 años, Juan Antonio embarazó a su novia Erika, con quien hoy tiene 3 hijas. Su situación económica le impide rentar un sitio propio, por lo que todos comparten el mismo techo. El trabajo de Juan y Erika les absorbe el día entero, por lo que, nuevamente, son Victoria y su esposo quienes atienden a las niñas. Solo una de ellas, Diana, permanece bajo el cuidado de su abuela, Lupita, supervisada por Victoria.

En medio de esta situación, Victoria no siente esta responsabilidad como una carga, pues el verdadero pesar es el remordimiento por no haberle dado suficiente atención a Lupita. “No me pesa haber cuidado a Juan, me pesa saber como fue”, lamenta.

Victoria cree que, de haberle permitido continuar sus estudios en una escuela de atención especializada, Lupita habría tenido un desarrollo intelectual mayor y hoy podría tener un mayor control de su vida. Con otras 3 hijas, Victoria no consiguió dividir su tiempo para recoger a unas en una escuela y a Lupita en otra, lo que, aunado al maltrato del que era objeto la niña en las escuelas, la orilló a retirarla de ellas. 23 años después, Victoria se reprocha a sí misma esta decisión, así como el haber permitido que Lupita anduviera sola en la calle, lo que, dice, derivó en el abuso del que fue objeto.

Pero ese no es el único peso sobre los hombros de la señora Valdés. La rebeldía y mala actitud de su nieto las adjudica a la educación irrestricta que ella le dio. A pesar de haber tenido que educar a tantos niños, siendo ya un adulto mayor, Victoria cree que se equivocó. “Los abuelos no damos el ancho, los echamos a perder. No hay como una pareja de padres para educar a un hijo”, asegura.

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