viernes, diciembre 01, 2006

1 de diciembre


Finalmente sucedió. Después de alrededor de 15 meses de desgaste, el pobre, miserable pueblo de México vio hoy, por fin, el final de un tortuoso proceso electoral; durante el cual se perdió mucho y no se ganó absolutamente nada. Solo ganaron, evidentemente, aquellos empresarios cuyos negocios están relacionados con el desarrollo y logística de las elecciones: los medios de comunicación -en primer lugar-, los fabricantes de boletas y material electorales, el sector turístico (que recibió a los candidatos, sus equipos y la prensa durante seis meses) y por supuesto, quienes cobrarán durante seis años, el apoyo que ofrecieron al candidato de Acción Nacional, hoy presidente de México, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa.

Increíble que un personaje de tan poco nivel, de nulo carácter, que jamás trascendió ni destacó demasiado en ninguno de sus cargos, hoy sea el primer mandatario; pues a pesar de haber sido siempre una figura notoria y siempre presente dentro de la política nacional, jamás mostró el temple, la personalidad ni el nivel para ser un presidente y, mucho menos, para conquistar legítimamente el voto de una mayor parte de la población. Verdaderamente increíble que después de escándalos como el de Banobras, su cuestionado papel como secretario de Energía y, sobre todo, después de ventilado el asunto de Hildebrando, el "cuñado incómodo" y su inexplicable posesión del padrón electoral, Calderón haya logrado obtener tanto apoyo de una población de por sí decepcionada de la actuación del PAN en el máximo poder del país.

Porque aun con la sospechosa aparición del padrón electoral en la página de Hildebrando, aun con las largas -muy largas- horas que tardó el IFE en contabilizar el último uno por ciento de los votos, aun con la confesa intervención del todavía presidente Fox en el proceso electoral y la admitida intervención del sector empresarial, y aun con el evidente e innnegable apoyo que siempre tuvo su principal contendiente, Andrés Manuel López Obrador, éste perdió contra Calderón por menos de un punto porcentual. aun Con el evidente fraude encima, fueron la soberbia de AMLO y la pésima estrategia de todo el clan perredista, los verdaderos culpables de su derrota.

México no logró sumarse a la ola izquierdista que arrasa hoy con los gobiernos de Hispanoamérica. La excesiva confianza que el candidato de la "izquierda" depositó en sus prácticamente ganados votos, dejó el camino libre a la derecha para el efectivamente existente complot, para el fraude; pero también para la develación del verdadero rostro de quienes se asumen como revolucionarios, liberales, defensores del "bien de todos".

Otros seis años de PAN. Otros seis años de empresarios inexpertos al mando del país. Otro sexenio de privilegios a un sector de la población y migajas electoreras al resto; de una completa indiferencia e ignorancia de la inseguridad que se come todos los días a este país; de soberbia, de arrogancia, de farsas inútiles. Sólo que ahora sin máscara: este panista no se disfraza de campesino, de sensible, de genuino, simpático ni populista; este panista no llega con promesas imposibles ni metas inalcanzables, no. Este panista llega con la nulidad y el cinismo de quien obtuvo la presidencia, pero no la ganó; de quien tiene de su lado todas las herramientas (poder, dinero, ejército, legisladores, iglesia y hasta algunos medios), con el descaro de quien no tiene que ofrecer nada pues ya lo tiene todo y, por el contrario, amenaza con aplastar a quien ose quitárselo - basta ver la designación del secretario de Gobernación-.

Pobre país. ¿Será cierto que tiene el gobierno que se merece? Cuando durante 2 años se les fueron cayendo, una a una, las máscaras a los políticos de todos los partidos, sin excepción, y hasta a funcionarios sin partido, como los del Instituto Federal Electoral; mientras todos gastaban el dinero que todos estamos obligados a pagar en giras, spots, salarios de gente inútil, movimientos "revolucionarios" estériles y absurdos que, al final, no dejaron absolutamente nada. Al final de todo este circo, los mexicanos se quedaron sin todo ese dinero y sin el cambio que buscaban. Mientras ganadores y perdedores hoy terminan su guerra y seguramente empiezan otra, los mexicanos siguen soportando abusos laborales por no perder su empleo, realizando labores fuera de su profesión y hasta infringiendo la ley por la falta de trabajo, brincando bardas y cruzando ríos, cerrando negocios por la voraz competencia de los grandes capitales o por la violencia del narco y los grupos de choque. Todos siguen trabajando, buscando un trabajo o abusando los otros impunemente. Por mas que políticos de todos los partidos se hayan envuelto en la bandera nacional para justificar sus acciones en un sentido u otro, al final, México siguió siendo el mismo. Y no ganó nada.

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